/ jueves 12 de noviembre de 2020

Cuando las barbas de tu vecino veas cortar…


Tuve una abuela que guió su vida con dichos, era una sabiduría cargada de ironía que pegaba directo en la congruencia y lo dejaba a uno incómodo y enojado. Esta incomodidad que causa un dicho comienza a disminuir mientras vamos digiriendo la frase, acomodándonos a ella, deseando que no sea cierta, pero viendo que lo es, y entonces, paso a pasito, nuestro propio raciocinio la acepta. Ah cómo duele la aceptación, en los conflictos de nuestra vida. Si aceptáramos lo que nos sucede con ligereza y fluidez, los sicólogos y siquiatras no tendrían chamba.

Algo así le pasa a nuestro presidente, ahorita está digiriendo el triunfo de Biden, viendo cómo a Trump del plato a la boca se le cayó la sopa y que, a sus chillidos de puerco, el pueblo gringo, puso oído de carnicero, y, por eso, lo mandaron a otro perro con su hueso racista.

Los norteamericanos votaron por Biden por la seguridad que representa un vicepresidente de Obama, y quién sabe si sea racista, pero de lengua se come un taco, ya que calladito deportó a tres millones de inmigrantes, muchos más que en el periodo de Trump; recuerde que un perro que ladra no muerde.

Por eso le digo, querida lectora, lector, que el dicho de “cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar”, se aplica perfecto a la situación del presidente de México, porque en años pasados era muy fácil maquillar las incongruencias entre el actuar y el decir, pero hoy con los medios electrónicos se ve que por la boca muere el pez, aunque les ponga mucha crema a los tacos. Debería dejar las mañaneras, porque en boca cerrada no entran moscas.

Y fíjese usted, que el que obra mal, se le pudre el tamal, tal es el caso de este presidente, pues en su propio pueblo que lo vio nacer, Tabasco, el agua llegó a los techos de los hogares, y ¿qué cree? El fideicomiso para auxilio en los desastres tiene un mes de desaparecido, así que le salió más caro el caldo que las albóndigas.

Creo que Tláloc, el dios azteca de la lluvia, está tratando de decirle algo a Obrador con el desastre de Tabasco, tal vez que cambie su estilo de gobernar, que mucho abarca el que poco aprieta, que no quiera matar pulgas a balazos, que no hay peor sordo que el que no quiere oír, y que el comunismo es como comer excremento y sonreír, bueno, este último lo escribí yo en mi novela, donde el general chino enamorado de la preciosa Shakya se suicida por ella y le confiesa… perdón, me perdí, la cosa es que la razón en López Obrador, como las perlas, no se hicieron para adornar puercos.

Dentro de ocho meses, usted, todos los agraviados y yo podemos cambiar el rumbo de México, en las próximas votaciones para gobernadores y municipios, y volviendo minoría a los diputados y senadores de Morena en el congreso, que ya demostraron que son levantadedos. Unámonos en un partido u otro, no el que prometa más, sino el que tenga más posibilidades de derrotar a los efebos de Obrador. Todo esto antes de que México se hunda más con esta destrucción masiva de instituciones; instituciones que no había por qué eliminarlas, sino limpiarlas y mejorarlas.

Hay una clase social muy afectada con los cambios y la eliminación de los fideicomisos: servicios de salud, etc., que este gobierno está deshaciendo, y no son para nada los ricos, porque ellos siguen ricos, son la clase media y los pobres, y lo peor de todo es que fueron los que votaron por él, y aunque mi abuelita decía que el que por su propia mano muere hasta la muerte le sabe, o lo que es lo mismo: el pueblo tiene el gobierno que merece, yo creo que los mexicanos merecemos la oportunidad de revirar.

Hay un refrán que dice: más vale malo por conocido que bueno por conocer… y yo, haciendo caso al dicho, voto siempre por el PAN, y hasta ahorita le he atinado.


Miembro activo de la AECHIC


www.silviagonzalez.com.mx



Tuve una abuela que guió su vida con dichos, era una sabiduría cargada de ironía que pegaba directo en la congruencia y lo dejaba a uno incómodo y enojado. Esta incomodidad que causa un dicho comienza a disminuir mientras vamos digiriendo la frase, acomodándonos a ella, deseando que no sea cierta, pero viendo que lo es, y entonces, paso a pasito, nuestro propio raciocinio la acepta. Ah cómo duele la aceptación, en los conflictos de nuestra vida. Si aceptáramos lo que nos sucede con ligereza y fluidez, los sicólogos y siquiatras no tendrían chamba.

Algo así le pasa a nuestro presidente, ahorita está digiriendo el triunfo de Biden, viendo cómo a Trump del plato a la boca se le cayó la sopa y que, a sus chillidos de puerco, el pueblo gringo, puso oído de carnicero, y, por eso, lo mandaron a otro perro con su hueso racista.

Los norteamericanos votaron por Biden por la seguridad que representa un vicepresidente de Obama, y quién sabe si sea racista, pero de lengua se come un taco, ya que calladito deportó a tres millones de inmigrantes, muchos más que en el periodo de Trump; recuerde que un perro que ladra no muerde.

Por eso le digo, querida lectora, lector, que el dicho de “cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar”, se aplica perfecto a la situación del presidente de México, porque en años pasados era muy fácil maquillar las incongruencias entre el actuar y el decir, pero hoy con los medios electrónicos se ve que por la boca muere el pez, aunque les ponga mucha crema a los tacos. Debería dejar las mañaneras, porque en boca cerrada no entran moscas.

Y fíjese usted, que el que obra mal, se le pudre el tamal, tal es el caso de este presidente, pues en su propio pueblo que lo vio nacer, Tabasco, el agua llegó a los techos de los hogares, y ¿qué cree? El fideicomiso para auxilio en los desastres tiene un mes de desaparecido, así que le salió más caro el caldo que las albóndigas.

Creo que Tláloc, el dios azteca de la lluvia, está tratando de decirle algo a Obrador con el desastre de Tabasco, tal vez que cambie su estilo de gobernar, que mucho abarca el que poco aprieta, que no quiera matar pulgas a balazos, que no hay peor sordo que el que no quiere oír, y que el comunismo es como comer excremento y sonreír, bueno, este último lo escribí yo en mi novela, donde el general chino enamorado de la preciosa Shakya se suicida por ella y le confiesa… perdón, me perdí, la cosa es que la razón en López Obrador, como las perlas, no se hicieron para adornar puercos.

Dentro de ocho meses, usted, todos los agraviados y yo podemos cambiar el rumbo de México, en las próximas votaciones para gobernadores y municipios, y volviendo minoría a los diputados y senadores de Morena en el congreso, que ya demostraron que son levantadedos. Unámonos en un partido u otro, no el que prometa más, sino el que tenga más posibilidades de derrotar a los efebos de Obrador. Todo esto antes de que México se hunda más con esta destrucción masiva de instituciones; instituciones que no había por qué eliminarlas, sino limpiarlas y mejorarlas.

Hay una clase social muy afectada con los cambios y la eliminación de los fideicomisos: servicios de salud, etc., que este gobierno está deshaciendo, y no son para nada los ricos, porque ellos siguen ricos, son la clase media y los pobres, y lo peor de todo es que fueron los que votaron por él, y aunque mi abuelita decía que el que por su propia mano muere hasta la muerte le sabe, o lo que es lo mismo: el pueblo tiene el gobierno que merece, yo creo que los mexicanos merecemos la oportunidad de revirar.

Hay un refrán que dice: más vale malo por conocido que bueno por conocer… y yo, haciendo caso al dicho, voto siempre por el PAN, y hasta ahorita le he atinado.


Miembro activo de la AECHIC


www.silviagonzalez.com.mx