/ jueves 30 de julio de 2020

El switch metabólico

En estos tiempos de cuarentena, una de nuestras preocupaciones es la acumulación de unos kilos de más. El exceso de carbohidratos (como el azúcar) y, en menor grado, proteínas y grasas, llevan a la constante producción de insulina para la cual desarrollamos resistencia. Es decir, las células llenas de glucosa, no aceptan más glucosa. Entonces, la almacenamos en el hígado, músculos o en la grasa corporal o visceral, llevándonos a otra pandemia: la obesidad. Pero la diabetes no es causada por la obesidad. Más bien, ambas enfermedades tienen un origen común: una insulina fuera de control.

Si bien, nuestros antepasados cazadores y recolectores se aprovechaban de esta producción y almacenamiento de energía para usarla en tiempos de hambre, en nuestras sociedades, particularmente en Latinoamérica (México, 73% son obesos), los alimentos basados en maíz, pasta, pan y papas nos mantienen adictos a los carbohidratos y nuestro cuerpo no sabe cómo utilizar esas reservas de combustible. El sentido común nos haría pensar que hay que consumir estas reservas, como coloquialmente se dice, DDT (Dejar De Tragar), y el ayuno intermitente podría ser una opción.

Estudios sugieren que abstenerse de comer de 16 a 18 horas al día (del almuerzo al desayuno), bajo supervisión médica, podría ser clave para cambiar el interruptor metabólico, de tal forma que las células usen sus reservas de combustible y conviertan la grasa en energía, en el momento en que la insulina se encuentra en sus niveles más bajos. Aunque los estudios que existen son limitados, este régimen podría ayudar a la prevención o tratamiento de la obesidad, el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardíacas, optimizar la función cerebral y la neuroplasticidad.

También existe evidencia de que el ejercicio moderado puede ser practicado en favor del switch metabólico. La rutina de ejercicio por intervalos, que alterna caminata y trote, por ejemplo, no sólo privilegia el consumo de azúcar como fuente de energía, sino el uso de grasas. También puede ayudarnos con un sueño reparador, que evite que el cerebro interprete un mal descanso con la falta de energía y active nuestro apetito (orexinas). Pero no hay que olvidar que el régimen que describimos no es sencillo de seguir y que, tal vez, sea recomendable implementarlo gradualmente.

Particularmente, en culturas como la nuestra, donde el concepto de tres comidas al día está tan arraigado, un cambio en el patrón de alimentación como el que sugerimos no sería, precisamente, la primera alternativa de tratamiento o estilo de vida que se le ocurra a médicos o pacientes, y es posible que, por el cambio de régimen, el cerebro nos pida negociar sus exigencias con sus embajadores, la grelina o el cortisol, en un desayuno aderezado con proteínas o, más tarde, con una taza de café o té.

agusperezr@hotmail.com

En estos tiempos de cuarentena, una de nuestras preocupaciones es la acumulación de unos kilos de más. El exceso de carbohidratos (como el azúcar) y, en menor grado, proteínas y grasas, llevan a la constante producción de insulina para la cual desarrollamos resistencia. Es decir, las células llenas de glucosa, no aceptan más glucosa. Entonces, la almacenamos en el hígado, músculos o en la grasa corporal o visceral, llevándonos a otra pandemia: la obesidad. Pero la diabetes no es causada por la obesidad. Más bien, ambas enfermedades tienen un origen común: una insulina fuera de control.

Si bien, nuestros antepasados cazadores y recolectores se aprovechaban de esta producción y almacenamiento de energía para usarla en tiempos de hambre, en nuestras sociedades, particularmente en Latinoamérica (México, 73% son obesos), los alimentos basados en maíz, pasta, pan y papas nos mantienen adictos a los carbohidratos y nuestro cuerpo no sabe cómo utilizar esas reservas de combustible. El sentido común nos haría pensar que hay que consumir estas reservas, como coloquialmente se dice, DDT (Dejar De Tragar), y el ayuno intermitente podría ser una opción.

Estudios sugieren que abstenerse de comer de 16 a 18 horas al día (del almuerzo al desayuno), bajo supervisión médica, podría ser clave para cambiar el interruptor metabólico, de tal forma que las células usen sus reservas de combustible y conviertan la grasa en energía, en el momento en que la insulina se encuentra en sus niveles más bajos. Aunque los estudios que existen son limitados, este régimen podría ayudar a la prevención o tratamiento de la obesidad, el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardíacas, optimizar la función cerebral y la neuroplasticidad.

También existe evidencia de que el ejercicio moderado puede ser practicado en favor del switch metabólico. La rutina de ejercicio por intervalos, que alterna caminata y trote, por ejemplo, no sólo privilegia el consumo de azúcar como fuente de energía, sino el uso de grasas. También puede ayudarnos con un sueño reparador, que evite que el cerebro interprete un mal descanso con la falta de energía y active nuestro apetito (orexinas). Pero no hay que olvidar que el régimen que describimos no es sencillo de seguir y que, tal vez, sea recomendable implementarlo gradualmente.

Particularmente, en culturas como la nuestra, donde el concepto de tres comidas al día está tan arraigado, un cambio en el patrón de alimentación como el que sugerimos no sería, precisamente, la primera alternativa de tratamiento o estilo de vida que se le ocurra a médicos o pacientes, y es posible que, por el cambio de régimen, el cerebro nos pida negociar sus exigencias con sus embajadores, la grelina o el cortisol, en un desayuno aderezado con proteínas o, más tarde, con una taza de café o té.

agusperezr@hotmail.com