/ lunes 11 de abril de 2022

La honestidad en la postverdad

Por: Amín Anchondo

Existe un punto donde los filósofos y los estrategas políticos coinciden y es en algo muy peligroso: la verdad no existe, es percepción. Bajo esta premisa hace algunos años comenzó una etapa en la historia que pone a temblar la base de valores que se tienen en común acuerdo en la sociedad. Esta etapa llamada postverdad donde la realidad se genera mediante campañas mediáticas y multiplataformas, ha hecho cambiar la forma de vida como se conocía hace apenas unos años.

Hoy en día se puede crear un personaje a partir de hechos inexistentes pero que por diferentes medios te envían información sobre ideas o actuaciones irreales que generan una percepción pública construida a partir de una estrategia publicitaria.

Esto genera que el más corrupto pueda ser el más santo o el más santo ser el mismo demonio para la sociedad. La verdad es una percepción y la percepción se convierte en realidad.

En este punto valdría la pena cuestionarnos qué valor tiene el actuar de forma correcta, ética, congruente, honesta, etc; frente a un mundo donde puedes crear el personaje que quieras de ti mismo sin necesidad de sustentarlo con la realidad. Preguntarnos quiénes son en realidad las personas que creemos que son los actores públicos de este país. Quién es quién en esta nueva forma de comunicarnos. Un ejemplo tan simple pero tan cotidiano sería si lo comparamos con las personas que creemos que viven una vida muy feliz por lo que suben en redes sociales, y luego nos damos cuenta que tienen problemas enormes o una depresión severa y te sacas de onda porque lo que creíamos de esas personas es algo totalmente diferente a la realidad. Pues lo mismo pasa con nuestros políticos y personajes famosos.

El problema de este tipo de jugadas o estrategias mediáticas es que al final siempre fallan. La verdad siempre sale a flote y se sabe lo que sucedió en realidad y es ahí donde se cae toda la ficción que se construyó durante tiempo si no tiene sustento. El tiempo logra acomodar las cosas en su respectivo lugar aunque pasen varios meses o incluso años

Pero la cuestión de si vale la pena tomar el camino complicado que implica el ser honesto, tener ética en el quehacer, aplicar en nuestra vida cotidiana los valores inculcados por nuestras familias, etc; aun y cuando tenemos el camino fácil que nos da la era de la postverdad.

En lo personal, yo creo que la sociedad no es tonta y al final cuando la verdad sale a la luz, y las cosas se acomodan en su respectivo lugar es entonces cuando la esperanza vuelve. Pero lo peor que nos puede suceder es caer en el error de querer construir todo un mundo ficticio y salir a competir en una campaña electoral con una realidad que no existe y que sólo tiene sustento en una estrategia mediática. Y creo que esto último es lo que le ha venido pasando a la alianza opositora al gobierno de AMLO. Cuando el movimiento que creó el actual presidente sí viene de una realidad construida durante muchos años de campaña y de caminar el país. Por eso creo que un movimiento sólido se debe enfrentar con algo sólido y no una percepción creada en un escritorio de estrategia. Al final, la honestidad da votos.


Por: Amín Anchondo

Existe un punto donde los filósofos y los estrategas políticos coinciden y es en algo muy peligroso: la verdad no existe, es percepción. Bajo esta premisa hace algunos años comenzó una etapa en la historia que pone a temblar la base de valores que se tienen en común acuerdo en la sociedad. Esta etapa llamada postverdad donde la realidad se genera mediante campañas mediáticas y multiplataformas, ha hecho cambiar la forma de vida como se conocía hace apenas unos años.

Hoy en día se puede crear un personaje a partir de hechos inexistentes pero que por diferentes medios te envían información sobre ideas o actuaciones irreales que generan una percepción pública construida a partir de una estrategia publicitaria.

Esto genera que el más corrupto pueda ser el más santo o el más santo ser el mismo demonio para la sociedad. La verdad es una percepción y la percepción se convierte en realidad.

En este punto valdría la pena cuestionarnos qué valor tiene el actuar de forma correcta, ética, congruente, honesta, etc; frente a un mundo donde puedes crear el personaje que quieras de ti mismo sin necesidad de sustentarlo con la realidad. Preguntarnos quiénes son en realidad las personas que creemos que son los actores públicos de este país. Quién es quién en esta nueva forma de comunicarnos. Un ejemplo tan simple pero tan cotidiano sería si lo comparamos con las personas que creemos que viven una vida muy feliz por lo que suben en redes sociales, y luego nos damos cuenta que tienen problemas enormes o una depresión severa y te sacas de onda porque lo que creíamos de esas personas es algo totalmente diferente a la realidad. Pues lo mismo pasa con nuestros políticos y personajes famosos.

El problema de este tipo de jugadas o estrategias mediáticas es que al final siempre fallan. La verdad siempre sale a flote y se sabe lo que sucedió en realidad y es ahí donde se cae toda la ficción que se construyó durante tiempo si no tiene sustento. El tiempo logra acomodar las cosas en su respectivo lugar aunque pasen varios meses o incluso años

Pero la cuestión de si vale la pena tomar el camino complicado que implica el ser honesto, tener ética en el quehacer, aplicar en nuestra vida cotidiana los valores inculcados por nuestras familias, etc; aun y cuando tenemos el camino fácil que nos da la era de la postverdad.

En lo personal, yo creo que la sociedad no es tonta y al final cuando la verdad sale a la luz, y las cosas se acomodan en su respectivo lugar es entonces cuando la esperanza vuelve. Pero lo peor que nos puede suceder es caer en el error de querer construir todo un mundo ficticio y salir a competir en una campaña electoral con una realidad que no existe y que sólo tiene sustento en una estrategia mediática. Y creo que esto último es lo que le ha venido pasando a la alianza opositora al gobierno de AMLO. Cuando el movimiento que creó el actual presidente sí viene de una realidad construida durante muchos años de campaña y de caminar el país. Por eso creo que un movimiento sólido se debe enfrentar con algo sólido y no una percepción creada en un escritorio de estrategia. Al final, la honestidad da votos.