/ jueves 31 de mayo de 2018

La reelección ilegítima de Maduro

El domingo 20 de este mes se celebraron las elecciones presidenciales en Venezuela, resultando reelecto Nicolás Maduro para gobernar por otros seis años a esta nación suramericana.

El Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó a Maduro como presidente electo al ganar en los comicios con un poco más de seis millones de votos. Falcón obtuvo un poco menos de dos millones de votos, el ex pastor evangélico Bertucci poco menos de un millón y el ingeniero Quijada unos 36 mil.

De acuerdo a datos del CNE, votaron poco más de nueve millones de venezolanos, el 46 por ciento del padrón electoral. Dos días después Maduro juró como presidente ante la Asamblea Constituyente reconociendo que no ha hecho las cosas bien y previendo más dificultades debido a las posibles sanciones de otros países por su reelección.

No estaba errado el presidente reelecto, pues de inmediato tanto el Grupo de Lima como el G20 desconocieron la victoria de Maduro y la consideraron como ilegítima anunciando una serie de sanciones financieras y económicas. El G7 y la representación de la Unión Europea también calificaron a la reelección como no válida debido a las irregularidades con que se llevó a cabo y prometieron penalidades para el gobierno venezolano.

La principal razón en que se basan estos países para no reconocer el triunfo electoral de Maduro es que en lugar de convocar a un plebiscito para decidir su remoción o no como lo había demandado la Asamblea Nacional, el mandatario venezolano maniobró para que el Tribunal Supremo de Justicia declarara inválidos sus acuerdos por desacato.

Para suplir al legítimo Poder Legislativo de mayoría opositora el presidente invocó la instalación de una Asamblea Constituyente, la cual se convirtió en el poder supremo de Venezuela. Nulificada la Asamblea Nacional, Maduro pudo incluso alterar las fechas de las elecciones como estaban establecidas en la constitución política de este país.

En la Asamblea Constituyente colocó como presidente a su canciller y a su esposa e hijo como integrantes de la misma, además de colaboradores y militares leales. Desde su creación, este organismo fue desconocido por las naciones debido a su obvio origen poco democrático.

Para ejemplificar lo anterior sería como si Peña Nieto para evitar ser destituido por el congreso federal inventara una asamblea constituyente controlada por él y pusiera como su dirigente a Videgaray, además claro de nombrar también como representantes de la misma a la primera dama y su vástago mayor.

La ilegítima reelección de Nicolás Maduro, un ex chofer convertido en líder sindical, no solucionará sino agravará la seria crisis humanitaria que padece Venezuela. Tal parece que 20 años en el poder no le han bastado al régimen chavista y ahora se ha transformado en una dictadura represora e ineficaz que amenaza mantenerse hasta el año 2024, a pesar de seguir manteniendo a su pueblo en condiciones precarias e inhumanas, pero sobre todo sin libertad.

El domingo 20 de este mes se celebraron las elecciones presidenciales en Venezuela, resultando reelecto Nicolás Maduro para gobernar por otros seis años a esta nación suramericana.

El Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó a Maduro como presidente electo al ganar en los comicios con un poco más de seis millones de votos. Falcón obtuvo un poco menos de dos millones de votos, el ex pastor evangélico Bertucci poco menos de un millón y el ingeniero Quijada unos 36 mil.

De acuerdo a datos del CNE, votaron poco más de nueve millones de venezolanos, el 46 por ciento del padrón electoral. Dos días después Maduro juró como presidente ante la Asamblea Constituyente reconociendo que no ha hecho las cosas bien y previendo más dificultades debido a las posibles sanciones de otros países por su reelección.

No estaba errado el presidente reelecto, pues de inmediato tanto el Grupo de Lima como el G20 desconocieron la victoria de Maduro y la consideraron como ilegítima anunciando una serie de sanciones financieras y económicas. El G7 y la representación de la Unión Europea también calificaron a la reelección como no válida debido a las irregularidades con que se llevó a cabo y prometieron penalidades para el gobierno venezolano.

La principal razón en que se basan estos países para no reconocer el triunfo electoral de Maduro es que en lugar de convocar a un plebiscito para decidir su remoción o no como lo había demandado la Asamblea Nacional, el mandatario venezolano maniobró para que el Tribunal Supremo de Justicia declarara inválidos sus acuerdos por desacato.

Para suplir al legítimo Poder Legislativo de mayoría opositora el presidente invocó la instalación de una Asamblea Constituyente, la cual se convirtió en el poder supremo de Venezuela. Nulificada la Asamblea Nacional, Maduro pudo incluso alterar las fechas de las elecciones como estaban establecidas en la constitución política de este país.

En la Asamblea Constituyente colocó como presidente a su canciller y a su esposa e hijo como integrantes de la misma, además de colaboradores y militares leales. Desde su creación, este organismo fue desconocido por las naciones debido a su obvio origen poco democrático.

Para ejemplificar lo anterior sería como si Peña Nieto para evitar ser destituido por el congreso federal inventara una asamblea constituyente controlada por él y pusiera como su dirigente a Videgaray, además claro de nombrar también como representantes de la misma a la primera dama y su vástago mayor.

La ilegítima reelección de Nicolás Maduro, un ex chofer convertido en líder sindical, no solucionará sino agravará la seria crisis humanitaria que padece Venezuela. Tal parece que 20 años en el poder no le han bastado al régimen chavista y ahora se ha transformado en una dictadura represora e ineficaz que amenaza mantenerse hasta el año 2024, a pesar de seguir manteniendo a su pueblo en condiciones precarias e inhumanas, pero sobre todo sin libertad.