/ martes 16 de octubre de 2018

La responsabilidad del capitán del barco

"No hay viento favorable para el barco que no sabe adónde va". -Lucio Anneo Séneca

Desde las perspectivas política, social, económica y cultural, AMLO tiene la responsabilidad de cumplir sus promesas, como imperativo fundamental, merced al tsunami electoral que le confirió democráticamente el poder. El presidente electo es responsable de los resultados que logre ante el pueblo de México (facilitando equilibrios entre intereses externos y efectividad en el quehacer gubernamental) ya que conducirá los asuntos que nos impactan a todos, lo que supone que tenga la capacidad para entender el alcance de sus decisiones y asumir las consecuencias de sus errores.

El diagnóstico, base del diseño de la estrategia de la campaña y del inicio del nuevo gobierno, se ha orientado más a resolver problemas del pasado y a reivindicar a los afectados, que a plantear políticas públicas que promuevan la competitividad del México del futuro, en el concierto internacional.

En campaña, prometió una “Cuarta Transformación (4T)” e implementar 25 proyectos prioritarios y 50 medidas de austeridad y combate a la corrupción, para seducir a los mexicanos hartos de la violencia, la desigualdad y los malos gobiernos que el neoliberalismo y la globalización prohijaron. En el interregno, ha desdibujado la mayoría de las 75 promesas, sometiendo decisiones muy relevantes (Seguridad, Educación, NAICM) a demagógicas e ilusas consultas populares. Hoy reina la incertidumbre sobre los objetivosespecíficos de la “4T” y sobre cómo, con qué, con quién y cuándo se van a lograr.

Percibo la necesidad de poner atención en el rumbo que tomará el barco, antes de valorar las pautas de un capitán vacilante, quien tiene un puerto de destino indefinido y delega decisiones –propias de su responsabilidad política y administrativa- a un “pueblo sabio que nunca se equivoca”.

Apoyo con entusiasmo la narrativa de tender a un Estado socialdemócrata “tropicalizado a la mexicana”; mis dudas se ubican en los “cómo” de la Administración Pública (Public Management), es decir, en las decisiones ejecutivas relativas al proceso de fijar objetivos, establecer programas y asignarles presupuestos, crear sistemas (operativos y de control) y estructuras ad hoc, designar colaboradores idóneos, integrar equipos efectivos de trabajo, liderar los esfuerzos y evaluar los resultados. Lo que no se mide, controla y evalúa no se puede administrar ni mejorar. ALMLO menosprecia estos tediosos detalles.

Con qué recursos va a materializar sus promesas, se ha analizado por diversos especialistas; la conclusión es contundente: no habrá dinero ni talento suficientes. El Paquete Económico para 2019 lo aclarará.

Con quién va a trabajar para lograr los objetivos aún ignotos; él apuntó a individuos pragmáticamente escogidos; así, en su gabinete estarán personajes destacados y disímbolos, como: Olga Sánchez en Gobernación, Alfonso Durazo en Seguridad, Carlos Urzúa en Hacienda, Alfonso Romo en Oficina de la Presidencia, Esteban Moctezuma en Educación, y María Luisa Albores en Bienestar. Además, Morena ganó la mayoría de las curules federales y AMLO designó motu proprio y mediante pactos a múltiples funcionarios clave, de todos sabores y colores, cuyos antecedentes son, por decir lo menos, opinables. Listo a unos pocos, para que el lector juzgue su idoneidad: Manuel Bartlett, Octavio Romero, Napoleón Gómez Urrutia, Elba Esther Gordillo, René Bejarano, Félix Salgado, Muñoz Ledo, Sergio Mayer, Adela Piña Bernal, Irán Santiago, Ernesto D’Alessio, Mario Delgado, Cuauhtémoc Blanco. La internet nos ayuda a indagar sobre quienes, supuestamente, lucharán por “los pobres primero, en beneficio de todos”.

Desconozco la realpolitik, así que no alcanzo a intuir ningún pacto de impunidad entre EPN y AMLO para condonar a corruptos como los Duarte, Gordillo, Gómez Urrutia, la Coneja Gutiérrez, Emilio Lozoya, etc.; ni contubernios con el corporativismo magisterial, para “cancelabrogar” la Reforma Educativa a través de los sainetes de las consultas populares mayoriteadas por las cúpulas sindicales, como sucedió en Chihuahua el pasado 3 de octubre, donde los docentes antepusieron sus intereses a los de los alumnos.

No creo que AMLO tenga corazón para hacer concesiones inconfesables en su lucha contra la corrupción, ni para hipotecar el futuro de nuestros niños negándoles la educación de calidad que merecen. Tampoco creo que las buenas intenciones que apoyan su política de “amor y paz”, evitando las sanciones y el uso institucionalizado de la fuerza contra los asesinos de 23 mil víctimas de homicidio doloso en lo que va del 2018, vayan a disminuir los índices de violencia que nos aquejan.

El tabasqueño cambia tanto de opinión -generando un desconcierto generalizado- que ignoro si adoptará una posición pragmática, o una estatista y proteccionista que revierta las reformas estructurales. Tomar estas decisiones de Estado conlleva altos riesgos; AMLO debe responsabilizarse: para eso fue electo.

Un fantasma se cierne sobre México, el fantasma de la ineptocracia: si el capitán no especifica el puerto de llegada, define la ruta a seguir, provee los medios para transitar, lidera a la tripulación e inspira confianza a la mayoría de pasajeros, entonces los esfuerzos de sus colaboradores serán infructuosos y se frustrarán las expectativas de quienes pagan los boletos. Para usted, ¿cuál sería la mejor decisión?



"No hay viento favorable para el barco que no sabe adónde va". -Lucio Anneo Séneca

Desde las perspectivas política, social, económica y cultural, AMLO tiene la responsabilidad de cumplir sus promesas, como imperativo fundamental, merced al tsunami electoral que le confirió democráticamente el poder. El presidente electo es responsable de los resultados que logre ante el pueblo de México (facilitando equilibrios entre intereses externos y efectividad en el quehacer gubernamental) ya que conducirá los asuntos que nos impactan a todos, lo que supone que tenga la capacidad para entender el alcance de sus decisiones y asumir las consecuencias de sus errores.

El diagnóstico, base del diseño de la estrategia de la campaña y del inicio del nuevo gobierno, se ha orientado más a resolver problemas del pasado y a reivindicar a los afectados, que a plantear políticas públicas que promuevan la competitividad del México del futuro, en el concierto internacional.

En campaña, prometió una “Cuarta Transformación (4T)” e implementar 25 proyectos prioritarios y 50 medidas de austeridad y combate a la corrupción, para seducir a los mexicanos hartos de la violencia, la desigualdad y los malos gobiernos que el neoliberalismo y la globalización prohijaron. En el interregno, ha desdibujado la mayoría de las 75 promesas, sometiendo decisiones muy relevantes (Seguridad, Educación, NAICM) a demagógicas e ilusas consultas populares. Hoy reina la incertidumbre sobre los objetivosespecíficos de la “4T” y sobre cómo, con qué, con quién y cuándo se van a lograr.

Percibo la necesidad de poner atención en el rumbo que tomará el barco, antes de valorar las pautas de un capitán vacilante, quien tiene un puerto de destino indefinido y delega decisiones –propias de su responsabilidad política y administrativa- a un “pueblo sabio que nunca se equivoca”.

Apoyo con entusiasmo la narrativa de tender a un Estado socialdemócrata “tropicalizado a la mexicana”; mis dudas se ubican en los “cómo” de la Administración Pública (Public Management), es decir, en las decisiones ejecutivas relativas al proceso de fijar objetivos, establecer programas y asignarles presupuestos, crear sistemas (operativos y de control) y estructuras ad hoc, designar colaboradores idóneos, integrar equipos efectivos de trabajo, liderar los esfuerzos y evaluar los resultados. Lo que no se mide, controla y evalúa no se puede administrar ni mejorar. ALMLO menosprecia estos tediosos detalles.

Con qué recursos va a materializar sus promesas, se ha analizado por diversos especialistas; la conclusión es contundente: no habrá dinero ni talento suficientes. El Paquete Económico para 2019 lo aclarará.

Con quién va a trabajar para lograr los objetivos aún ignotos; él apuntó a individuos pragmáticamente escogidos; así, en su gabinete estarán personajes destacados y disímbolos, como: Olga Sánchez en Gobernación, Alfonso Durazo en Seguridad, Carlos Urzúa en Hacienda, Alfonso Romo en Oficina de la Presidencia, Esteban Moctezuma en Educación, y María Luisa Albores en Bienestar. Además, Morena ganó la mayoría de las curules federales y AMLO designó motu proprio y mediante pactos a múltiples funcionarios clave, de todos sabores y colores, cuyos antecedentes son, por decir lo menos, opinables. Listo a unos pocos, para que el lector juzgue su idoneidad: Manuel Bartlett, Octavio Romero, Napoleón Gómez Urrutia, Elba Esther Gordillo, René Bejarano, Félix Salgado, Muñoz Ledo, Sergio Mayer, Adela Piña Bernal, Irán Santiago, Ernesto D’Alessio, Mario Delgado, Cuauhtémoc Blanco. La internet nos ayuda a indagar sobre quienes, supuestamente, lucharán por “los pobres primero, en beneficio de todos”.

Desconozco la realpolitik, así que no alcanzo a intuir ningún pacto de impunidad entre EPN y AMLO para condonar a corruptos como los Duarte, Gordillo, Gómez Urrutia, la Coneja Gutiérrez, Emilio Lozoya, etc.; ni contubernios con el corporativismo magisterial, para “cancelabrogar” la Reforma Educativa a través de los sainetes de las consultas populares mayoriteadas por las cúpulas sindicales, como sucedió en Chihuahua el pasado 3 de octubre, donde los docentes antepusieron sus intereses a los de los alumnos.

No creo que AMLO tenga corazón para hacer concesiones inconfesables en su lucha contra la corrupción, ni para hipotecar el futuro de nuestros niños negándoles la educación de calidad que merecen. Tampoco creo que las buenas intenciones que apoyan su política de “amor y paz”, evitando las sanciones y el uso institucionalizado de la fuerza contra los asesinos de 23 mil víctimas de homicidio doloso en lo que va del 2018, vayan a disminuir los índices de violencia que nos aquejan.

El tabasqueño cambia tanto de opinión -generando un desconcierto generalizado- que ignoro si adoptará una posición pragmática, o una estatista y proteccionista que revierta las reformas estructurales. Tomar estas decisiones de Estado conlleva altos riesgos; AMLO debe responsabilizarse: para eso fue electo.

Un fantasma se cierne sobre México, el fantasma de la ineptocracia: si el capitán no especifica el puerto de llegada, define la ruta a seguir, provee los medios para transitar, lidera a la tripulación e inspira confianza a la mayoría de pasajeros, entonces los esfuerzos de sus colaboradores serán infructuosos y se frustrarán las expectativas de quienes pagan los boletos. Para usted, ¿cuál sería la mejor decisión?