/ viernes 24 de agosto de 2018

La violencia y los niños

Los niños deben ser protegidos sobre todo y sobre todos. Su vulnerabilidad debe ser nuestra principal preocupación en el marco de violencia en que estamos viviendo.

El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ha difundido recientemente un estudio sobre los daños que la violencia e inseguridad sociales provocan en la mente de los ciudadanos. Es un estudio hecho en la realidad social del estado de Sinaloa.

Se indagó acerca de lo que le pasa a la mente de las personas que viven cotidianamente entre balaceras y ejecuciones. Los resultados son interesantes, sobre todo en lo que respecta a los efectos de la violencia en los niños, quienes sienten más temor ante los hechos violentos en las calles y el daño psicológico que reciben es diferente al que corresponde a los adultos.

Según la investigación, son los niños y adolescentes quienes más daño psicológico sufren como consecuencia de los hechos violentos, sintiéndose más vulnerables ante esa realidad que, lamentablemente, se vuelve normal.

Los niños sienten más el temor ante las balaceras que se registran en las calles, sufriendo una amenaza constante que produce estados patológicos que obligan a la atención psicológica.

Otras investigaciones han mostrado cómo la exposición de los niños y adolescentes a hechos violentos, sea de manera directa o a través de medios de comunicación, incrementa la probabilidad de que ellos asuman un comportamiento violento.

Aparte de los daños mentales y las consecuencias en la conducta, la violencia y la inseguridad en las calles representa un atentado vergonzoso a la vida y los derechos de los niños, quienes deberían tener garantizada su integridad y, sin embargo, sufren.

El grave daño a nuestros infantes es también de orden moral, ya que se alteran las actitudes y valoraciones sobre la vida y las relaciones interpersonales. Las apreciaciones o juicios sobre lo bueno y lo malo se están relativizando al grado de que todo vale lo mismo, de que los fines justifican los medios.

La generalización y normalización de la violencia en el país no sólo nos deja muertos, sino que está generando vidas con ansiedad, con depresión, desorientadas. Toda esa violencia está dejando a los niños sin una calidad de vida a la que tienen derecho.


Los niños deben ser protegidos sobre todo y sobre todos. Su vulnerabilidad debe ser nuestra principal preocupación en el marco de violencia en que estamos viviendo.

El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ha difundido recientemente un estudio sobre los daños que la violencia e inseguridad sociales provocan en la mente de los ciudadanos. Es un estudio hecho en la realidad social del estado de Sinaloa.

Se indagó acerca de lo que le pasa a la mente de las personas que viven cotidianamente entre balaceras y ejecuciones. Los resultados son interesantes, sobre todo en lo que respecta a los efectos de la violencia en los niños, quienes sienten más temor ante los hechos violentos en las calles y el daño psicológico que reciben es diferente al que corresponde a los adultos.

Según la investigación, son los niños y adolescentes quienes más daño psicológico sufren como consecuencia de los hechos violentos, sintiéndose más vulnerables ante esa realidad que, lamentablemente, se vuelve normal.

Los niños sienten más el temor ante las balaceras que se registran en las calles, sufriendo una amenaza constante que produce estados patológicos que obligan a la atención psicológica.

Otras investigaciones han mostrado cómo la exposición de los niños y adolescentes a hechos violentos, sea de manera directa o a través de medios de comunicación, incrementa la probabilidad de que ellos asuman un comportamiento violento.

Aparte de los daños mentales y las consecuencias en la conducta, la violencia y la inseguridad en las calles representa un atentado vergonzoso a la vida y los derechos de los niños, quienes deberían tener garantizada su integridad y, sin embargo, sufren.

El grave daño a nuestros infantes es también de orden moral, ya que se alteran las actitudes y valoraciones sobre la vida y las relaciones interpersonales. Las apreciaciones o juicios sobre lo bueno y lo malo se están relativizando al grado de que todo vale lo mismo, de que los fines justifican los medios.

La generalización y normalización de la violencia en el país no sólo nos deja muertos, sino que está generando vidas con ansiedad, con depresión, desorientadas. Toda esa violencia está dejando a los niños sin una calidad de vida a la que tienen derecho.