/ martes 3 de marzo de 2020

Las cosas cambian

Las películas de la llamada época de oro del cine mexicano reflejaban con distintos matices el modo de ser de una sociedad mexicana que comenzaba a pasar de un medio rural a uno urbano. Los convencionalismos sociales relucían en las distintas tramas y manifestaban el cambio que poco a poco se fue dando en ideas, costumbres y maneras de ver la vida en gran parte de los habitantes del país.

A fines de los años cincuenta del pasado siglo el mundo cambiaba y también el cine que se hacía en otros países. A la par, la eliminación de la censura en Estados Unidos permitía un tratamiento más audaz y realista en muchos temas. La época dorada de nuestro cine tocaba a su fin, sobre lo cual los líos burocráticos y sindicales tuvieron también injerencia, así como la aparición y penetración de la televisión en esos años.

La década de los sesenta dio inicio, no sólo en nuestra patria sino en el mundo, a un cambio en lo social, lo político y lo moral, cambio en este último renglón que ya se vislumbraba desde décadas anteriores con influencias de otras regiones del mundo y con derivaciones de las grandes conflagraciones mundiales e incipientes movimientos y protestas revolucionarios.

Un filme de 1951 enmarcado dentro del cine musical y de rumberas, recientemente rescatado por la televisión, si así puede decirse, ofrece –quizá con un dejo de hipocresía- lo que se pensaba sobre el divorcio. Frente a la ruptura del matrimonio de un connotado personaje de sociedad, la prensa de la época tacha de divorcio escandaloso el hecho, desde luego dejando en la sombra la causa del mismo. Hoy el escándalo ha desaparecido dando lugar a un suceso que se vuelve cotidiano y para muchos deja de ser noticia, a pesar del sufrimiento que muchas veces conlleva en los involucrados, máxime si hay hijos de por medio.

Así como este caso las ideas sobre ciertos hechos se modifican, y para paliar el asunto se cambian palabras usando eufemismos: un aborto ahora es una interrupción –más bien diríamos terminación- del embarazo; la eutanasia –terminar la vida de un ser humano- hoy es una muerte digna o un suicidio asistido; para no pocos el tener hijos ya no es un don, sino fruto de un deseo y un derecho a tenerlos.

Una serie de situaciones que antes eran calificadas como verdad hoy se ponen en duda y se niega que exista la verdad absoluta. La opinión prima sobre la realidad. Y se habla de muchos derechos que en realidad no lo son. Se busca una igualdad para los desiguales.

Estos señalamientos nos mueven a pensar en nuestro presente y en el futuro de las nuevas generaciones embebidas con esa ideología. Pensemos.











Las películas de la llamada época de oro del cine mexicano reflejaban con distintos matices el modo de ser de una sociedad mexicana que comenzaba a pasar de un medio rural a uno urbano. Los convencionalismos sociales relucían en las distintas tramas y manifestaban el cambio que poco a poco se fue dando en ideas, costumbres y maneras de ver la vida en gran parte de los habitantes del país.

A fines de los años cincuenta del pasado siglo el mundo cambiaba y también el cine que se hacía en otros países. A la par, la eliminación de la censura en Estados Unidos permitía un tratamiento más audaz y realista en muchos temas. La época dorada de nuestro cine tocaba a su fin, sobre lo cual los líos burocráticos y sindicales tuvieron también injerencia, así como la aparición y penetración de la televisión en esos años.

La década de los sesenta dio inicio, no sólo en nuestra patria sino en el mundo, a un cambio en lo social, lo político y lo moral, cambio en este último renglón que ya se vislumbraba desde décadas anteriores con influencias de otras regiones del mundo y con derivaciones de las grandes conflagraciones mundiales e incipientes movimientos y protestas revolucionarios.

Un filme de 1951 enmarcado dentro del cine musical y de rumberas, recientemente rescatado por la televisión, si así puede decirse, ofrece –quizá con un dejo de hipocresía- lo que se pensaba sobre el divorcio. Frente a la ruptura del matrimonio de un connotado personaje de sociedad, la prensa de la época tacha de divorcio escandaloso el hecho, desde luego dejando en la sombra la causa del mismo. Hoy el escándalo ha desaparecido dando lugar a un suceso que se vuelve cotidiano y para muchos deja de ser noticia, a pesar del sufrimiento que muchas veces conlleva en los involucrados, máxime si hay hijos de por medio.

Así como este caso las ideas sobre ciertos hechos se modifican, y para paliar el asunto se cambian palabras usando eufemismos: un aborto ahora es una interrupción –más bien diríamos terminación- del embarazo; la eutanasia –terminar la vida de un ser humano- hoy es una muerte digna o un suicidio asistido; para no pocos el tener hijos ya no es un don, sino fruto de un deseo y un derecho a tenerlos.

Una serie de situaciones que antes eran calificadas como verdad hoy se ponen en duda y se niega que exista la verdad absoluta. La opinión prima sobre la realidad. Y se habla de muchos derechos que en realidad no lo son. Se busca una igualdad para los desiguales.

Estos señalamientos nos mueven a pensar en nuestro presente y en el futuro de las nuevas generaciones embebidas con esa ideología. Pensemos.