/ viernes 14 de junio de 2019

Me siento muy avergonzado

Me parece que sentirse uno avergonzado por algo es como sentirse desilusionado. Las cosas sucedieron como uno no hubiera querido. Y uno tiene que aguantar las cosas. La única salida a la desesperanza es el desahogo, por eso escribo. Las cosas son así y nadie puede cambiarlas.

Desde chiquillo ya era yo crítico. Tendría unos 10 o 12 años. Yo vivía en Anáhuac, un pueblo de Nuevo León. Iba a haber elección de gobernador. Dos eran los partidos: el PAN y el PRI. Y en un mitin el PRI repartió lonches para lograr votos. Juzgué que eso estaba mal. Otro hecho, acababa de terminar la Segunda Guerra; el presidente de la república era don Miguel Ávila Camacho; había ido a Laredo a recibir al Escuadrón 2001, que México había mandado a luchar contra la Alemania de Hitler. El presidente era un “Don”. La gente lo quería.

Después de haber vivido la política del país, yo catalogo como el peor sexenio el de Luis Echeverría, un presidente marxista, impositivo, que proponía como países ejemplos las naciones comunistas. Pero todos los presidentes eran y parecían presidentes. Hoy tenemos al frente del país a alguien que no parece presidente. Es populista. Desilusiona. Es el primer presidente que cuando aparece en la televisión tienen que ponerle su nombre y anunciar que es el presidente de México. El gran fracaso está en que no tiene voz de orador. No sabe hablar. Parece tartamudo. Habla palabra por palabra. Es el primer presidente que no busca el empleo para los mexicanos, y el empleo es el único sostenimiento para México. El país está infestado de migrantes. Reparte el dinero de los impuestos en dádivas. El desencanto no tiene solución. Este será un sexenio peor que el de Echeverría.


Me parece que sentirse uno avergonzado por algo es como sentirse desilusionado. Las cosas sucedieron como uno no hubiera querido. Y uno tiene que aguantar las cosas. La única salida a la desesperanza es el desahogo, por eso escribo. Las cosas son así y nadie puede cambiarlas.

Desde chiquillo ya era yo crítico. Tendría unos 10 o 12 años. Yo vivía en Anáhuac, un pueblo de Nuevo León. Iba a haber elección de gobernador. Dos eran los partidos: el PAN y el PRI. Y en un mitin el PRI repartió lonches para lograr votos. Juzgué que eso estaba mal. Otro hecho, acababa de terminar la Segunda Guerra; el presidente de la república era don Miguel Ávila Camacho; había ido a Laredo a recibir al Escuadrón 2001, que México había mandado a luchar contra la Alemania de Hitler. El presidente era un “Don”. La gente lo quería.

Después de haber vivido la política del país, yo catalogo como el peor sexenio el de Luis Echeverría, un presidente marxista, impositivo, que proponía como países ejemplos las naciones comunistas. Pero todos los presidentes eran y parecían presidentes. Hoy tenemos al frente del país a alguien que no parece presidente. Es populista. Desilusiona. Es el primer presidente que cuando aparece en la televisión tienen que ponerle su nombre y anunciar que es el presidente de México. El gran fracaso está en que no tiene voz de orador. No sabe hablar. Parece tartamudo. Habla palabra por palabra. Es el primer presidente que no busca el empleo para los mexicanos, y el empleo es el único sostenimiento para México. El país está infestado de migrantes. Reparte el dinero de los impuestos en dádivas. El desencanto no tiene solución. Este será un sexenio peor que el de Echeverría.