/ sábado 21 de noviembre de 2020

Medio siglo con Borges


Me formé acercándome con furor a la obra de escritores cardinales del siglo XX y tan disímiles y complementarios como Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa, a quienes pretendíamos agotar y comentábamos entre un cohesionado grupo de apasionados correligionarios universitarios que ocupábamos la mayor parte de nuestro tiempo en esta más que aleccionadora cofradía lectora.


Medio siglo con Borges se llama el más reciente libro de Vargas Llosa sobre el gran estilista argentino que ha marcado a tantas generaciones de escritores y lectores que han sido tocadas por el inconfundible genio borgiano. Reúne un nutrido acopio de conferencias, artículos, reseñas y entrevistas que constatan una honesta gratitud para con uno los más brillantes artífices de nuestro idioma.

Un lector no menos ávido e inteligente, este por otra parte generoso acercamiento a la personalidad y la obra de Borges define el talante de quien si bien afirma que su literatura poco tiene que ver con la del autor de El Aleph, en cambio reconoce que su deslumbrante universo literario y su diáfano estilo le han proporcionado una particularmente gozosa experiencia tanto estética como intelectual. Formado en la idea satreana de la “responsabilidad social y ética del escritor”, supo reconocer en Borges que el verdadero genio artístico termina siempre por superar cualquier etiqueta propagandística o prejuicio ideológico, conforme lo único que trasciende, más allá incluso de su propio creador, es la imperecedera calidad de su obra.

Vargas Llosa insiste en el carácter a la vez complejo y fascinante de la multidimensional literatura borgiana, que en su unicidad, su belleza y su hondura define precisamente su ya incuestionable naturaleza paradigmática. Uno de los mayores descubrimientos de su juventud, Borges significó el placer excelso de la búsqueda y el descubrimiento estéticos, de la ensoñación onírica y la alquimia intelectual. Y ese apasionado encuentro se ha extendido a lo largo de ya más de cinco décadas, de una devoción que lejos está de haberse marchitado, porque su obra lo sigue acompañando en la intimidad, tratándose la lectura de una experiencia esencialmente solitaria, y que con Borges siempre resulta inédita y nos revela algo nuevo, ya sea como cuentista, o como poeta, o como ensayista, géneros que con él se entremezclan y parecieran reinventarse.

A más de treinta años de la desaparición física del celebérrimo polígrafo argentino, Vargas Llosa rinde culto a quien ha sido uno de sus escritores de cabecera: "Me produce una indefinible nostalgia y la sensación de que algo de aquel deslumbrante universo salido de su imaginación y de su prosa me estará siempre negado, por más que tanto lo admire y goce con él. (…) La perfección absoluta no parece de este mundo, ni siquiera en obras artísticas de creadores que, como Borges, estuvieron más cerca de lograrla”. Su propia estatura se engranda cuando se acerca, siempre con reveladores talento, sabiduría y buen juicio, a escritores que confiesa le han indicado el rumbo.



Me formé acercándome con furor a la obra de escritores cardinales del siglo XX y tan disímiles y complementarios como Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa, a quienes pretendíamos agotar y comentábamos entre un cohesionado grupo de apasionados correligionarios universitarios que ocupábamos la mayor parte de nuestro tiempo en esta más que aleccionadora cofradía lectora.


Medio siglo con Borges se llama el más reciente libro de Vargas Llosa sobre el gran estilista argentino que ha marcado a tantas generaciones de escritores y lectores que han sido tocadas por el inconfundible genio borgiano. Reúne un nutrido acopio de conferencias, artículos, reseñas y entrevistas que constatan una honesta gratitud para con uno los más brillantes artífices de nuestro idioma.

Un lector no menos ávido e inteligente, este por otra parte generoso acercamiento a la personalidad y la obra de Borges define el talante de quien si bien afirma que su literatura poco tiene que ver con la del autor de El Aleph, en cambio reconoce que su deslumbrante universo literario y su diáfano estilo le han proporcionado una particularmente gozosa experiencia tanto estética como intelectual. Formado en la idea satreana de la “responsabilidad social y ética del escritor”, supo reconocer en Borges que el verdadero genio artístico termina siempre por superar cualquier etiqueta propagandística o prejuicio ideológico, conforme lo único que trasciende, más allá incluso de su propio creador, es la imperecedera calidad de su obra.

Vargas Llosa insiste en el carácter a la vez complejo y fascinante de la multidimensional literatura borgiana, que en su unicidad, su belleza y su hondura define precisamente su ya incuestionable naturaleza paradigmática. Uno de los mayores descubrimientos de su juventud, Borges significó el placer excelso de la búsqueda y el descubrimiento estéticos, de la ensoñación onírica y la alquimia intelectual. Y ese apasionado encuentro se ha extendido a lo largo de ya más de cinco décadas, de una devoción que lejos está de haberse marchitado, porque su obra lo sigue acompañando en la intimidad, tratándose la lectura de una experiencia esencialmente solitaria, y que con Borges siempre resulta inédita y nos revela algo nuevo, ya sea como cuentista, o como poeta, o como ensayista, géneros que con él se entremezclan y parecieran reinventarse.

A más de treinta años de la desaparición física del celebérrimo polígrafo argentino, Vargas Llosa rinde culto a quien ha sido uno de sus escritores de cabecera: "Me produce una indefinible nostalgia y la sensación de que algo de aquel deslumbrante universo salido de su imaginación y de su prosa me estará siempre negado, por más que tanto lo admire y goce con él. (…) La perfección absoluta no parece de este mundo, ni siquiera en obras artísticas de creadores que, como Borges, estuvieron más cerca de lograrla”. Su propia estatura se engranda cuando se acerca, siempre con reveladores talento, sabiduría y buen juicio, a escritores que confiesa le han indicado el rumbo.