/ viernes 24 de septiembre de 2021

OEA, “¿ministerio de colonias?”

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Durante el gobierno de Andrés López Obrador ha quedado claro que la Organización de Estados Americanos (OEA) ha perdido la influencia en nuestro país, donde la política exterior impulsa a otro organismo internacional: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Es evidente que la actual orientación de México hacia el exterior (hacia el sur) se debe tanto a intereses económicos y culturales como a políticos e ideológicos. Está claro: para el gobierno de la cuarta transformación, la prioridad no está en el norte.

Muchos analistas, conocedores de las relaciones internacionales, apuntan que después de la reunión de la Celac realizada en México la semana pasada, el distanciamiento del gobierno de Andrés Manuel López Obrador con el gobierno de Joe Biden puede incrementarse.

Pero el desprecio hacia la OEA por parte de gobernantes latinoamericanos no es hace un mes ni de un año. Siendo presidente de Ecuador, el economista y catedrático Rafael Vicente Correa Delgado llegó a criticar duramente a la Organización de Estados Americanos (OEA) porque supuestamente permitía un “descarado colonialismo” en Latinoamérica.

Fue durante la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, realizada en La Habana, en enero de 2014 (a dos años de creada dicha comunidad), cuando Correa calificó a la Organización de Estados Americanos como un “ministerio de colonias”.

Considerando que la Celac surgió como un organismo para promover el crecimiento y el desarrollo sostenible en los países que la integran, gracias a mecanismos multilaterales, la crítica a cualquier injerencia colonialista en ellos resulta comprensible.

La Celac, según economistas y politólogos, fue concebida como una alternativa a la OEA; reúne a 33 países que sostienen, entre otras cosas, el valor de la soberanía nacional y el respeto a las culturas y legislaciones de cada uno de ellos.

Con un fuerte aprecio por las culturas y prácticas tradicionales de los pueblos indígenas y comunidades locales, la Celac reconoce la cooperación internacional, regional y bilateral que permiten impulsar el progreso en cada país.

Lo anterior quedó asentado en la Declaración de la II Cumbre, donde también se precisó la necesidad de exigir que se cumplan los compromisos de ayuda al desarrollo por parte de los países desarrollados, lo cual es entendido como una contribución para combatir la pobreza y el hambre en la región.

El problema está en definir con precisión cuándo una intención de apoyo a los Estados Latinoamericanos y Caribeños por parte de una instancia internacional (como la OEA), debe entenderse como una injerencia colonialista, cuándo una voluntad internacional tiene el interés de dominar y someter más que de ayudar al desarrollo de las comunidades.


Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Durante el gobierno de Andrés López Obrador ha quedado claro que la Organización de Estados Americanos (OEA) ha perdido la influencia en nuestro país, donde la política exterior impulsa a otro organismo internacional: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Es evidente que la actual orientación de México hacia el exterior (hacia el sur) se debe tanto a intereses económicos y culturales como a políticos e ideológicos. Está claro: para el gobierno de la cuarta transformación, la prioridad no está en el norte.

Muchos analistas, conocedores de las relaciones internacionales, apuntan que después de la reunión de la Celac realizada en México la semana pasada, el distanciamiento del gobierno de Andrés Manuel López Obrador con el gobierno de Joe Biden puede incrementarse.

Pero el desprecio hacia la OEA por parte de gobernantes latinoamericanos no es hace un mes ni de un año. Siendo presidente de Ecuador, el economista y catedrático Rafael Vicente Correa Delgado llegó a criticar duramente a la Organización de Estados Americanos (OEA) porque supuestamente permitía un “descarado colonialismo” en Latinoamérica.

Fue durante la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, realizada en La Habana, en enero de 2014 (a dos años de creada dicha comunidad), cuando Correa calificó a la Organización de Estados Americanos como un “ministerio de colonias”.

Considerando que la Celac surgió como un organismo para promover el crecimiento y el desarrollo sostenible en los países que la integran, gracias a mecanismos multilaterales, la crítica a cualquier injerencia colonialista en ellos resulta comprensible.

La Celac, según economistas y politólogos, fue concebida como una alternativa a la OEA; reúne a 33 países que sostienen, entre otras cosas, el valor de la soberanía nacional y el respeto a las culturas y legislaciones de cada uno de ellos.

Con un fuerte aprecio por las culturas y prácticas tradicionales de los pueblos indígenas y comunidades locales, la Celac reconoce la cooperación internacional, regional y bilateral que permiten impulsar el progreso en cada país.

Lo anterior quedó asentado en la Declaración de la II Cumbre, donde también se precisó la necesidad de exigir que se cumplan los compromisos de ayuda al desarrollo por parte de los países desarrollados, lo cual es entendido como una contribución para combatir la pobreza y el hambre en la región.

El problema está en definir con precisión cuándo una intención de apoyo a los Estados Latinoamericanos y Caribeños por parte de una instancia internacional (como la OEA), debe entenderse como una injerencia colonialista, cuándo una voluntad internacional tiene el interés de dominar y someter más que de ayudar al desarrollo de las comunidades.