/ jueves 11 de agosto de 2022

Otra bailadita

Por: Roberta Cortazar


Mi primera experiencia con el baile de pareja fue a los 13 años en una fiesta de mi hermana Cristina, yo observaba a los invitados que estaban en la terraza y curioseaba la convivencia, pero de repente mi hermana entró y me dijo “¡Alístate, no hay suficientes mujeres y hay alguien con quien puedes bailar!”. ¡Me puse nerviosa! pero a la vez me sedujo la idea de experimentar por primera vez el baile de pareja. ¡Y fue un desastre! pues además de pisotearle al individuo los pies toda la canción, me paralizaba cuando me preguntaba algo. El susodicho ya no me volvió a sacar a bailar y después de un rato de esperar decepcionada, disimuladamente me metí a la casa para postrarme otra vez en la ventana y soñar que algún día bailaría como esas que se movían felices y seguras.

Luego ya en la adolescencia ese ir a fiestas y esperar a que te sacaran a bailar, era emocionante, pero cuando no te sacaba el indicado era muy decepcionante.

Cuando los hombres recibían un no, se iban cabizbajos o le daban la vuelta a la mesa invitando hasta que alguna se animaba, y si no, se retiraban o riéndose o escondiéndose, pues entre los amigos se hacía bulla. Recuerdo también a los abusones, que en las pegadas aprovechaban para darte un apretón.

En “El Penthouse”, un disco muy popular en mi época, había de todo, desde adolescentes hasta señores casados que nos miraban con nostalgia de volver a la juventud. Nos llegaron a sacar a bailar varios de estos cuerneros, pero indignadas les decíamos: “Váyase con su esposa e hijos”.

Bailar con mi papá era un deleite, pero a veces no lo podía seguir, la verdad es que no me relajaba y aún batallo para bailar de pareja. Creo es por mi primera experiencia, quedé marcada y es lo que me paraliza hasta la fecha.

Aprendí los básicos de tango con el profesor Amate, argentino (qepd), pero siempre me regañaba: ¡Roberta deje que yo la lleve!, que no ve que es la única ocasión en que el hombre manda… Jajaja.

Los eventos en el teatro con el profe Rubio han sido de mis experiencias más divertidas. En este grupo llegó a haber desacuerdos por quién se pondría enfrente en la presentación, y yo disfrutaba ver los enojos entre las señoras. El profe llevaba alumnos de la universidad para bailes de pareja y en una ocasión me tocó un jovencito de 15 años que bailaba el rock and roll de maravilla.

En mis clases de country con Marco Zaragoza disfruté los bailes de línea, pero cuando llegamos al de pareja me paralicé de nuevo y creo que también el no haber estado en escuela de hombres y mujeres me limitó la experiencia de tratar con hombres más naturalmente.

El baile no lo dejo nunca y he de seguir el ejemplo de mi padre que hasta en la silla de ruedas siguió moviéndose con sus canciones preferidas, entre ellas las de Los Ilegales, CD que llevaba a todo evento por si no ponían su buena música para bailar.

En mi lista de pendientes está el bailar de pareja con soltura y diversión y he de lograrlo.

¡Bailamos! Una invitación que ya no es necesaria. ¡Que bailen todos cuando quieran y como quieran!

ROBERTA CORTAZAR B.


Por: Roberta Cortazar


Mi primera experiencia con el baile de pareja fue a los 13 años en una fiesta de mi hermana Cristina, yo observaba a los invitados que estaban en la terraza y curioseaba la convivencia, pero de repente mi hermana entró y me dijo “¡Alístate, no hay suficientes mujeres y hay alguien con quien puedes bailar!”. ¡Me puse nerviosa! pero a la vez me sedujo la idea de experimentar por primera vez el baile de pareja. ¡Y fue un desastre! pues además de pisotearle al individuo los pies toda la canción, me paralizaba cuando me preguntaba algo. El susodicho ya no me volvió a sacar a bailar y después de un rato de esperar decepcionada, disimuladamente me metí a la casa para postrarme otra vez en la ventana y soñar que algún día bailaría como esas que se movían felices y seguras.

Luego ya en la adolescencia ese ir a fiestas y esperar a que te sacaran a bailar, era emocionante, pero cuando no te sacaba el indicado era muy decepcionante.

Cuando los hombres recibían un no, se iban cabizbajos o le daban la vuelta a la mesa invitando hasta que alguna se animaba, y si no, se retiraban o riéndose o escondiéndose, pues entre los amigos se hacía bulla. Recuerdo también a los abusones, que en las pegadas aprovechaban para darte un apretón.

En “El Penthouse”, un disco muy popular en mi época, había de todo, desde adolescentes hasta señores casados que nos miraban con nostalgia de volver a la juventud. Nos llegaron a sacar a bailar varios de estos cuerneros, pero indignadas les decíamos: “Váyase con su esposa e hijos”.

Bailar con mi papá era un deleite, pero a veces no lo podía seguir, la verdad es que no me relajaba y aún batallo para bailar de pareja. Creo es por mi primera experiencia, quedé marcada y es lo que me paraliza hasta la fecha.

Aprendí los básicos de tango con el profesor Amate, argentino (qepd), pero siempre me regañaba: ¡Roberta deje que yo la lleve!, que no ve que es la única ocasión en que el hombre manda… Jajaja.

Los eventos en el teatro con el profe Rubio han sido de mis experiencias más divertidas. En este grupo llegó a haber desacuerdos por quién se pondría enfrente en la presentación, y yo disfrutaba ver los enojos entre las señoras. El profe llevaba alumnos de la universidad para bailes de pareja y en una ocasión me tocó un jovencito de 15 años que bailaba el rock and roll de maravilla.

En mis clases de country con Marco Zaragoza disfruté los bailes de línea, pero cuando llegamos al de pareja me paralicé de nuevo y creo que también el no haber estado en escuela de hombres y mujeres me limitó la experiencia de tratar con hombres más naturalmente.

El baile no lo dejo nunca y he de seguir el ejemplo de mi padre que hasta en la silla de ruedas siguió moviéndose con sus canciones preferidas, entre ellas las de Los Ilegales, CD que llevaba a todo evento por si no ponían su buena música para bailar.

En mi lista de pendientes está el bailar de pareja con soltura y diversión y he de lograrlo.

¡Bailamos! Una invitación que ya no es necesaria. ¡Que bailen todos cuando quieran y como quieran!

ROBERTA CORTAZAR B.