/ martes 23 de abril de 2019

Puertas adentro

Voy caminando y observo todas las paredes y vallas que se yerguen en mi camino y me orillan a los límites de las propiedades privadas. Casas, edificios, bardas, rejas y jardines son señal de hasta dónde me puedo meter, y así respetando lo que no debo traspasar, miro lo que se me va cruzando en mi andar.

Dentro de las diferentes propiedades, no sé qué cosas hay, ni quiénes se encuentran ahí dentro, es su privacidad y refugio, así que paso de largo sin traspasar esos contornos ajenos.

Las calles, los caminos y banquetas están hechos para que nos trasportemos de un lugar a otro y en ese derecho de tránsito disfrutemos la travesía en un pisar público que es de todos y para todos.

Las edificaciones que observo están habitadas y otras abandonadas, y las que están dejadas al ahi se va, llaman mi atención porque en sus frentes se acumula todo tipo de basura que ensucia el escenario, y yo me pregunto: ¿No será responsabilidad del dueño mantener limpio lo que se ve desde afuera, aun cuando no esté habitado el lugar? Lo que se tenga puertas adentro es asunto del dueño pero, ¿qué derecho tiene un dueño de alterar la belleza, el orden de un camino desde un abandono que incomoda con suciedad y desorden a la vista?

Pienso que no tengo (ni nadie más) por qué soportar un basurero en mi travesía, y si alguien se proclama dueño, pues que se haga cargo de su propiedad, limpiando, barriendo, revisando que el lugar se vea decente por fuera, ya si dentro es gusto del dueño el desorden, la basura ¡Pues que sea adentro, donde nadie lo vea! Claro, siempre que lo acumulado no genere plagas que pongan en riesgo a los vecinos.

La frase “propiedad privada” es un término que responsabiliza, tenemos algo, pues nos hacemos cargo de esa pertenencia, siempre pensando que está dentro de un todo, en él habitamos muchos.

Tanto en las ciudades como en las zonas rurales, los límites forman parte del escenario y todo lo que se ve desde los espacios públicos hacia cualquier propiedad debe estar en orden y limpio, y esas banquetas o caminos que se destinan al público y que son el frente de lo que nos “pertenece” sería ideal que fueran adoptadas por cada dueño en un compromiso de mantener limpio los alrededores.

Un escenario limpio invita al orden y así se contagia la necesidad de cuidar lo espacios. No podemos ni debemos acostumbrarnos al caos, porque el caos exterior influye en crear un caos personal. Ver la basura como parte del escenario es una costumbre que hace que alimentemos el medio con más desechos, pateando lo que se nos cruza, esquivando lo que se amontona en el camino, tirando porque ¡Ya está sucio, pues qué más da!

La naturaleza es de una belleza asombrosa y las creaciones del hombre tienen ese tinte divino desde la inspiración humana. Podemos disfrutar lo natural y las construcciones, pero indudablemente que en las dos, es imprescindible el orden y la limpieza para la salud integral de la humanidad.

¿Y qué de esos espacios que no les precede un título de propiedad privada? ¡Esos, precisamente esos, son los que necesitan ayuda urgente! Los bosques, las selvas, la sierra, los desiertos, las costas, los océanos, los caminos que van de un lugar a muchos, cada escenario que visitamos requiere nuestro cuidado, dejarlo mejor que como lo encontramos. Contribuye, el pago es salud.




Voy caminando y observo todas las paredes y vallas que se yerguen en mi camino y me orillan a los límites de las propiedades privadas. Casas, edificios, bardas, rejas y jardines son señal de hasta dónde me puedo meter, y así respetando lo que no debo traspasar, miro lo que se me va cruzando en mi andar.

Dentro de las diferentes propiedades, no sé qué cosas hay, ni quiénes se encuentran ahí dentro, es su privacidad y refugio, así que paso de largo sin traspasar esos contornos ajenos.

Las calles, los caminos y banquetas están hechos para que nos trasportemos de un lugar a otro y en ese derecho de tránsito disfrutemos la travesía en un pisar público que es de todos y para todos.

Las edificaciones que observo están habitadas y otras abandonadas, y las que están dejadas al ahi se va, llaman mi atención porque en sus frentes se acumula todo tipo de basura que ensucia el escenario, y yo me pregunto: ¿No será responsabilidad del dueño mantener limpio lo que se ve desde afuera, aun cuando no esté habitado el lugar? Lo que se tenga puertas adentro es asunto del dueño pero, ¿qué derecho tiene un dueño de alterar la belleza, el orden de un camino desde un abandono que incomoda con suciedad y desorden a la vista?

Pienso que no tengo (ni nadie más) por qué soportar un basurero en mi travesía, y si alguien se proclama dueño, pues que se haga cargo de su propiedad, limpiando, barriendo, revisando que el lugar se vea decente por fuera, ya si dentro es gusto del dueño el desorden, la basura ¡Pues que sea adentro, donde nadie lo vea! Claro, siempre que lo acumulado no genere plagas que pongan en riesgo a los vecinos.

La frase “propiedad privada” es un término que responsabiliza, tenemos algo, pues nos hacemos cargo de esa pertenencia, siempre pensando que está dentro de un todo, en él habitamos muchos.

Tanto en las ciudades como en las zonas rurales, los límites forman parte del escenario y todo lo que se ve desde los espacios públicos hacia cualquier propiedad debe estar en orden y limpio, y esas banquetas o caminos que se destinan al público y que son el frente de lo que nos “pertenece” sería ideal que fueran adoptadas por cada dueño en un compromiso de mantener limpio los alrededores.

Un escenario limpio invita al orden y así se contagia la necesidad de cuidar lo espacios. No podemos ni debemos acostumbrarnos al caos, porque el caos exterior influye en crear un caos personal. Ver la basura como parte del escenario es una costumbre que hace que alimentemos el medio con más desechos, pateando lo que se nos cruza, esquivando lo que se amontona en el camino, tirando porque ¡Ya está sucio, pues qué más da!

La naturaleza es de una belleza asombrosa y las creaciones del hombre tienen ese tinte divino desde la inspiración humana. Podemos disfrutar lo natural y las construcciones, pero indudablemente que en las dos, es imprescindible el orden y la limpieza para la salud integral de la humanidad.

¿Y qué de esos espacios que no les precede un título de propiedad privada? ¡Esos, precisamente esos, son los que necesitan ayuda urgente! Los bosques, las selvas, la sierra, los desiertos, las costas, los océanos, los caminos que van de un lugar a muchos, cada escenario que visitamos requiere nuestro cuidado, dejarlo mejor que como lo encontramos. Contribuye, el pago es salud.