/ domingo 22 de agosto de 2021

Razones para volver a las aulas

Por: Juan Carlos Loera

En estos días los mexicanos tenemos que debatir y generar acuerdos para resolver un problema central: el regreso de nuestros hijos a las aulas.

Como se trata de un tema central es comprensible que la discusión haya encendido los ánimos, que la oposición al gobierno de la 4T encontrara en la propuesta del regreso a clases, formulada por nuestro presidente, una oportunidad para descalificarla y que esta resistencia, poco reflexiva, esté inundando los espacios públicos, sin más argumentos que el deseo de descarrilarla, con independencia de las consecuencias.

Sin embargo, hay demasiadas razones para regresar. En este momento ningún asunto es tan relevante como la vuelta a las aulas en todos los niveles, sin excepción.

En principio, debemos considerar -recordando a Siqueiros- que, para garantizar el desarrollo con equidad en el largo plazo, “no hay más ruta que” reactivar todos nuestros procesos formativos. No podemos olvidar que en las últimas décadas se generó un amplio consenso en torno al valor y significado de la educación. Todos los estudios orientados a medir los factores y palancas del crecimiento y desarrollo con equidad encontraron que éste dependía de la formación de capital humano y que el fundamento de este proceso estaba en el buen funcionamiento de la educación.

En las últimas décadas la casi totalidad de las familias elevaron la importancia otorgada a la educación de sus hijos, convirtiéndola en la misión que da sentido a la vida misma de este núcleo social. En el tiempo dedicado al cuidado se empezó a privilegiar el destinado a las tareas escolares y dentro del presupuesto de los hogares nada ha sido más importante que destinar recursos a la formación de las nuevas generaciones.

Apremiados por esta valoración que las familias otorgan a la educación, los gobiernos de todos los países han comprendido que el gasto en educación constituye la mejor inversión que una nación puede realizar para asegurarse un mejor destino.

En nuestro país, aunque con cuestionamientos infundados sobre la calidad, desde hace 70 años hemos vivido una ampliación constante de la cobertura de la educación en todos los niveles.

Es cierto que este proceso ha sido muy inequitativo, en perjuicio de los segmentos más vulnerables de nuestras comunidades, pero justo el gobierno que encabeza AMLO está desarrollando una estrategia para llevar educación gratuita y accesible a todos los rincones de México.

Sin embargo, inesperadamente la pandemia irrumpió en nuestra vida, paralizó muchas actividades y modificó la operación de muchas otras. En el caso de la educación se tomó la decisión de continuar aprendiendo desde casa. Por necesidad, más que por elección, se improvisó un modelo de aprendizaje basado en la explotación de tecnologías de información y telecomunicación, que por razones materiales y humanas no tuvo los alcances deseados.

Hoy ante la evidencia que se tiene de que los logros de los estudiantes han sido muy limitados y desiguales, se ha generado un nuevo consenso de que la única salida para mejorar el aprovechamiento y reparar el daño que causó la pandemia a los procesos formativos es volver a las aulas. Son legítimas las dudas y hasta los miedos frente a los riesgos que entraña el contagio de nuestros hijas e hijos, pero no hay alternativa.

De no volver a las aulas a fines de este mes y de continuar trabajando el ciclo 2021/2022 desde casa, con todas las limitaciones que ello entraña para la mitad de la población que no tiene recursos suficientes para satisfacer sus necesidades, y menos para hacerse de los medios para mantenerse conectados a las redes del conocimiento, en la práctica se perderían tres ciclos escolares.

Recordemos que desde marzo de 2020 el confinamiento alejó de los salones de clase, laboratorios, talleres, clínicas y, en general, de todo tipo de recinto académico a nuestros estudiantes, y que por esa razón el cierre de ese periodo escolar (2019/2020) se dio en las peores condiciones posibles, cuando ni alumnos, ni profesores, ni autoridades habían tenido tiempo de diseñar un plan para operar estrategias de aprendizaje en ambientes virtuales.

Durante todo el ciclo 2020/2021 continuó el trabajo en casa y ahora nos enfrentamos a la posibilidad de que los aprendizajes virtuales continúen, lo cual es peligroso y anularía el derecho que más de 40 millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes tienen de recibir una formación esencial para mejorar su destino.

Por un momento pensemos en lo que puede representar que mantengamos a nuestros hijos estudiando con un modelo a distancia que debió improvisarse con todas las limitaciones de diseño y operación, y bajo una absoluta escasez de recursos electrónicos e informáticos que padece la inmensa mayoría de los hogares mexicanos.

Imaginemos cómo llegarán a su primer año de primaria en agosto del 2022, las niñas y niños que en la práctica sólo asistieron a la escuela un semestre, cuando su plan de preescolar contemplaba seis semestres; y cómo lo harán quienes lleguen sin haber tendido la experiencia de socializar con sus compañeros, sin contacto alguno con sus maestros, al cuarto año, sin haber vivido la rica e indispensable experiencia de cursar el primero, segundo y tercer año.

Qué será de esos pequeños que de repente, sin haber mantenido contacto con sus profesores, y que por necesidad cursaron desde sus hogares el cuarto, quinto y sexto año, aparezcan una mañana del verano del 2022 buscando su aula, su banca en la secundaria, ¿con qué confianza, con qué certezas sobre sus conocimientos lo harán?

Pero, más difícil es imaginar cómo vivirán su ingreso a la preparatoria quienes en la práctica no tuvieron la experiencia de aprendizajes presenciales en la secundaria.

Basta, esto es imaginar una pesadilla y es evidente que nuestras hijas e hijos no lo merecen.

Lo repito: no hay alternativa, debemos unirnos, gobiernos, autoridades educativas, magisterio en pleno, y padres de familia para colaborar con el proyecto de volver a las aulas este lunes 30 de agosto.

Por amor a nuestros hijas e hijas, por las grandes esperanzas que tenemos en su futuro, solidaricémonos con la gran tarea de regresar a las aulas.


Por: Juan Carlos Loera

En estos días los mexicanos tenemos que debatir y generar acuerdos para resolver un problema central: el regreso de nuestros hijos a las aulas.

Como se trata de un tema central es comprensible que la discusión haya encendido los ánimos, que la oposición al gobierno de la 4T encontrara en la propuesta del regreso a clases, formulada por nuestro presidente, una oportunidad para descalificarla y que esta resistencia, poco reflexiva, esté inundando los espacios públicos, sin más argumentos que el deseo de descarrilarla, con independencia de las consecuencias.

Sin embargo, hay demasiadas razones para regresar. En este momento ningún asunto es tan relevante como la vuelta a las aulas en todos los niveles, sin excepción.

En principio, debemos considerar -recordando a Siqueiros- que, para garantizar el desarrollo con equidad en el largo plazo, “no hay más ruta que” reactivar todos nuestros procesos formativos. No podemos olvidar que en las últimas décadas se generó un amplio consenso en torno al valor y significado de la educación. Todos los estudios orientados a medir los factores y palancas del crecimiento y desarrollo con equidad encontraron que éste dependía de la formación de capital humano y que el fundamento de este proceso estaba en el buen funcionamiento de la educación.

En las últimas décadas la casi totalidad de las familias elevaron la importancia otorgada a la educación de sus hijos, convirtiéndola en la misión que da sentido a la vida misma de este núcleo social. En el tiempo dedicado al cuidado se empezó a privilegiar el destinado a las tareas escolares y dentro del presupuesto de los hogares nada ha sido más importante que destinar recursos a la formación de las nuevas generaciones.

Apremiados por esta valoración que las familias otorgan a la educación, los gobiernos de todos los países han comprendido que el gasto en educación constituye la mejor inversión que una nación puede realizar para asegurarse un mejor destino.

En nuestro país, aunque con cuestionamientos infundados sobre la calidad, desde hace 70 años hemos vivido una ampliación constante de la cobertura de la educación en todos los niveles.

Es cierto que este proceso ha sido muy inequitativo, en perjuicio de los segmentos más vulnerables de nuestras comunidades, pero justo el gobierno que encabeza AMLO está desarrollando una estrategia para llevar educación gratuita y accesible a todos los rincones de México.

Sin embargo, inesperadamente la pandemia irrumpió en nuestra vida, paralizó muchas actividades y modificó la operación de muchas otras. En el caso de la educación se tomó la decisión de continuar aprendiendo desde casa. Por necesidad, más que por elección, se improvisó un modelo de aprendizaje basado en la explotación de tecnologías de información y telecomunicación, que por razones materiales y humanas no tuvo los alcances deseados.

Hoy ante la evidencia que se tiene de que los logros de los estudiantes han sido muy limitados y desiguales, se ha generado un nuevo consenso de que la única salida para mejorar el aprovechamiento y reparar el daño que causó la pandemia a los procesos formativos es volver a las aulas. Son legítimas las dudas y hasta los miedos frente a los riesgos que entraña el contagio de nuestros hijas e hijos, pero no hay alternativa.

De no volver a las aulas a fines de este mes y de continuar trabajando el ciclo 2021/2022 desde casa, con todas las limitaciones que ello entraña para la mitad de la población que no tiene recursos suficientes para satisfacer sus necesidades, y menos para hacerse de los medios para mantenerse conectados a las redes del conocimiento, en la práctica se perderían tres ciclos escolares.

Recordemos que desde marzo de 2020 el confinamiento alejó de los salones de clase, laboratorios, talleres, clínicas y, en general, de todo tipo de recinto académico a nuestros estudiantes, y que por esa razón el cierre de ese periodo escolar (2019/2020) se dio en las peores condiciones posibles, cuando ni alumnos, ni profesores, ni autoridades habían tenido tiempo de diseñar un plan para operar estrategias de aprendizaje en ambientes virtuales.

Durante todo el ciclo 2020/2021 continuó el trabajo en casa y ahora nos enfrentamos a la posibilidad de que los aprendizajes virtuales continúen, lo cual es peligroso y anularía el derecho que más de 40 millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes tienen de recibir una formación esencial para mejorar su destino.

Por un momento pensemos en lo que puede representar que mantengamos a nuestros hijos estudiando con un modelo a distancia que debió improvisarse con todas las limitaciones de diseño y operación, y bajo una absoluta escasez de recursos electrónicos e informáticos que padece la inmensa mayoría de los hogares mexicanos.

Imaginemos cómo llegarán a su primer año de primaria en agosto del 2022, las niñas y niños que en la práctica sólo asistieron a la escuela un semestre, cuando su plan de preescolar contemplaba seis semestres; y cómo lo harán quienes lleguen sin haber tendido la experiencia de socializar con sus compañeros, sin contacto alguno con sus maestros, al cuarto año, sin haber vivido la rica e indispensable experiencia de cursar el primero, segundo y tercer año.

Qué será de esos pequeños que de repente, sin haber mantenido contacto con sus profesores, y que por necesidad cursaron desde sus hogares el cuarto, quinto y sexto año, aparezcan una mañana del verano del 2022 buscando su aula, su banca en la secundaria, ¿con qué confianza, con qué certezas sobre sus conocimientos lo harán?

Pero, más difícil es imaginar cómo vivirán su ingreso a la preparatoria quienes en la práctica no tuvieron la experiencia de aprendizajes presenciales en la secundaria.

Basta, esto es imaginar una pesadilla y es evidente que nuestras hijas e hijos no lo merecen.

Lo repito: no hay alternativa, debemos unirnos, gobiernos, autoridades educativas, magisterio en pleno, y padres de familia para colaborar con el proyecto de volver a las aulas este lunes 30 de agosto.

Por amor a nuestros hijas e hijas, por las grandes esperanzas que tenemos en su futuro, solidaricémonos con la gran tarea de regresar a las aulas.