/ martes 24 de septiembre de 2019

Revolución e independencia (II)

“Morir es poco cuando por la patria se muere”.

Morelos


Los insurgentes, a pesar de los fusilamientos de Chihuahua, continuaron la lucha, que evolucionó hasta convertirse en una guerra sin cuartel contra los españoles y los criollos moderados, que se percataron del despertar de un pueblo. En el entorno internacional, las guerras napoleónicas habían arribado a España y se iniciaban los movimientos libertarios en América del Sur. Nuestra guerra tomó la característica de legalización del movimiento, para, acabar con el fidelismo a Fernando VII, que tipificó a la etapa inicial. José María Teclo Morelos y Pavón organizó las fuerzas insurgentes, para enfrentar a los poderosos ejércitos españoles en el sur del virreinato. Sumó el apoyo de hombres de convicciones libertarias e independentistas: Vicente Guerrero, los Bravo, los Galeana, Mariano Matamoros, Valerio Trujano, que organizaron a las fuerzas con disciplina y armamento que quitaron a los mismos españoles. De 1812 a 1815 se dieron las acciones militares y políticas que enaltecieron el carácter nacionalista del movimiento insurgente.

En 1813 en Chilpancingo, se reunió el Congreso del Anáhuac, en el que se estableció fundamentalmente: la independencia de la América Septentrional de España y de cualquiera otra potencia extranjera, la forma republicana de gobierno, ¡ojo! Hacer leyes para moderar la opulencia y la indigencia. Los congresistas le otorgaron el título de Alteza Serenísima, que Morelos no aceptó y en cambio propuso el de Siervo de la Nación. Las contradicciones entre los insurgentes liberales y radicales, con los moderados, se agudizaron y las derrotas militares iniciaron el debilitamiento del esfuerzo insurgente. Muertos Leonardo Bravo, Mariano Matamoros y Hermenegildo Galeana, al poco tiempo, Morelos fue capturado, conducido a la Ciudad de México y sometido a cruel juicio eclesiástico, para después entregarlo a las fuerzas realistas, que lo fusilaron el 22 de diciembre de 1815. El movimiento fue derrotado, quedando sólo grupos guerrilleros que fueron aislados y controlados. El virrey Juan Ruiz de Apodaca publicó un decreto de amnistía en el ofreció el indulto a todo insurgente que depusiera las armas, muchos se acogieron al decreto y el movimiento casi se extinguió. Sólo Guadalupe Victoria, en las selvas veracruzanas, y Vicente Guerrero en las tierras que hoy llevan su nombre, continuaron.

“Morir es poco cuando por la patria se muere”.

Morelos


Los insurgentes, a pesar de los fusilamientos de Chihuahua, continuaron la lucha, que evolucionó hasta convertirse en una guerra sin cuartel contra los españoles y los criollos moderados, que se percataron del despertar de un pueblo. En el entorno internacional, las guerras napoleónicas habían arribado a España y se iniciaban los movimientos libertarios en América del Sur. Nuestra guerra tomó la característica de legalización del movimiento, para, acabar con el fidelismo a Fernando VII, que tipificó a la etapa inicial. José María Teclo Morelos y Pavón organizó las fuerzas insurgentes, para enfrentar a los poderosos ejércitos españoles en el sur del virreinato. Sumó el apoyo de hombres de convicciones libertarias e independentistas: Vicente Guerrero, los Bravo, los Galeana, Mariano Matamoros, Valerio Trujano, que organizaron a las fuerzas con disciplina y armamento que quitaron a los mismos españoles. De 1812 a 1815 se dieron las acciones militares y políticas que enaltecieron el carácter nacionalista del movimiento insurgente.

En 1813 en Chilpancingo, se reunió el Congreso del Anáhuac, en el que se estableció fundamentalmente: la independencia de la América Septentrional de España y de cualquiera otra potencia extranjera, la forma republicana de gobierno, ¡ojo! Hacer leyes para moderar la opulencia y la indigencia. Los congresistas le otorgaron el título de Alteza Serenísima, que Morelos no aceptó y en cambio propuso el de Siervo de la Nación. Las contradicciones entre los insurgentes liberales y radicales, con los moderados, se agudizaron y las derrotas militares iniciaron el debilitamiento del esfuerzo insurgente. Muertos Leonardo Bravo, Mariano Matamoros y Hermenegildo Galeana, al poco tiempo, Morelos fue capturado, conducido a la Ciudad de México y sometido a cruel juicio eclesiástico, para después entregarlo a las fuerzas realistas, que lo fusilaron el 22 de diciembre de 1815. El movimiento fue derrotado, quedando sólo grupos guerrilleros que fueron aislados y controlados. El virrey Juan Ruiz de Apodaca publicó un decreto de amnistía en el ofreció el indulto a todo insurgente que depusiera las armas, muchos se acogieron al decreto y el movimiento casi se extinguió. Sólo Guadalupe Victoria, en las selvas veracruzanas, y Vicente Guerrero en las tierras que hoy llevan su nombre, continuaron.