/ martes 10 de abril de 2018

Ser niños

Estamos en el mes dedicado a los niños. Muchos padres y quizá más los abuelos sienten preocupación por el ambiente que rodea a gran parte de los infantes, entendido ese ambiente como uno de influencias negativas que derivan en un desarrollo precoz de las mentes infantiles que los llevan a adelantar etapas y a pensamientos o acciones no conformes a su edad.

Desde luego que entre esas influencias están la televisión, los videojuegos, las películas, los celulares, el internet y los aparatos promovidos por las nuevas tecnologías. Pero también –y no deja de ser preocupante- el contacto con algunos compañeros de escuela o fuera de ella, a los que pueden sentir como sus amigos, cuyas conductas, ideas o actitudes no caminan por los senderos que los progenitores consideran sanas y adecuadas para sus hijos. Así también el que algunos profesores, los menos a Dios gracias, les transmitan ciertos valores (entre comillas) que puedan causarles inquietudes a edad temprana.

Las relaciones familiares resultan importantísimas a la hora de cuidar o salvaguardar la infancia de los menores. Una familia sana, donde existe amor y comprensión entre esposos, entre padres e hijos, entre hermanos, es un tesoro que hay que cuidar como lo más preciado. La desintegración familiar, sea por separación o divorcio de los padres, por abandono, por viudez prematura, o la disfuncionalidad por violencia intrafamiliar, por relaciones inmaduras entre los esposos o concubinos, por envidias entre hermanos, por segundos o terceros matrimonios o “noviazgos”, o bien donde existen abusos entre parejas o contra los menores, son causales que llevan a muchos niños a las decepciones, a las inseguridades, a las depresiones, a la infelicidad…, y aun al suicidio.

Por ello quienes son adultos, sean los involucrados en esas situaciones u otras parecidas o quienes conviven con ellos y pueden influir en su modo de ser y obrar, deben, si quieren preservar a los infantes, buscar ayuda para superar esas circunstancias.

Los niños son el futuro de la sociedad y de la patria y merecen vivir y convivir de tal manera que en su crecimiento vayan encontrando valores y ejercitando virtudes que los lleven a realizarse y ser mejores hombres y mujeres. Para ello los adultos debemos estar pendientes de que vivan su niñez y su entrada a la adolescencia sin quemar etapas, sin que el ambiente exterior pueda provocar que dejen de ser niños. ¿Lo ven?