/ sábado 13 de agosto de 2022

Verdi de vuelta en el Teatro Real: Un Nabucco para oírse más que para verse

Por: Mario Saavedra

a la memoria de Rafael Solana, en su treinta aniversario luctuoso

Después de la muerte de su primera esposa y sus dos hijos, y del fracaso de su segunda ópera Un giorno di regno, la composición de Nabucco (1842) representó para Giuseppe Verdi (Le Roncole, 1813-Milán, 1901) una auténtica tabla de salvación en el terreno emocional y su definitiva consagración como el compositor por antonomasia del Risorgimento. La leyenda en torno a la escritura de su célebre tercera ópera tiene tras de sí la resuelta insistencia del empresario Bartolomeo Merelli y la revelación para el músico de su impostergable composición tras el descubrimiento fortuito de las líneas del inmortal “Va, pensiero, sull’ali dorate…” que exacerbaron su identidad nacional y su conciencia política.

Puesta ahora en el Teatro Real de Madrid donde se estrenó escasos once años después de su montaje inaugural en La Scala, el reconocido director verdiano Nicola Luisotti se ha despedido como titular musical de este emblemático espacio con un trabajo impecable. Los cantantes de primer nivel convocados para tan especial ocasión también han cubierto las expectativas, empezando por la soprano italiana de gran cartel Anna Pirossi, que sin grandes aspavientos acometió este papel como una verdadera dramática d’agilità; así el recitativo “Ben, io t’invenni…” seguido del aria “Anch’io dischiuso un giorno” y la cabaletta “Salgo già del trono aurato”, del segundo acto, su pasaje de mayor lucimiento y el más difícil de la obra. En ese nivel se mostró el barítono también italiano Luca Salsi, quien se sabe igual ha interpretado con similar fortuna el Macbeth verdiano con el cual mucho se le relaciona a esta ópera ––Nabucco es el primero de los grandes barítonos verdianos, y la misma Lady Macbeth tendrá también mucho de Abigaille––, por su desarrollo sicológico, por sus naturalezas dramática y vocal; así llegó a su estelar “Dio di Giuda…” de la última cuarta parte. El bajo ruso Dmitry Belosselkiy confirmó por qué los países eslavos han sido la mejor escuela para esta tesitura, destacado desde su famosa cavatina del acto Io con que reconforta a los israelitas, “Sperate o figli…”

Completaron la nómina vocal, todos a la altura de la ocasión, el tenor estadounidense de ascendencia italiana Michael Fabiano y la mezzoprano valenciana Silvia Tro Santafé, y en papeles más pequeños, el bajo surcoreano Simon Lim, el orgullosamente tenor mexicano Fabián Lara y la soprano andaluza Maribel Ortega. El Coro del Teatro Real, bajo la dirección siempre acuciosa del Mtro. Andrés Máspero que lo puso a tope para sobresalir en una obra donde es otro de los personajes protagonistas, mereció con creces una efusiva y prolongada ovación solicitando un imprescindible bis que igual terminó con un bello pianissimo como sello oportuno de la casa.

Si bien una aquí poco imaginativa y más bien errática puesta del experimentado teatrista alemán de ascendencia húngara Andreas Homoki fue algo así como el prieto en el arroz, supeditando los otros rubros de la producción a su fallida propuesta, esta tan esperada reposición en el Teatro Real de Madrid del Nabucco, de Giuseppe Verdi, se nos quedará en la memoria por lo extraordinariamente bien interpretada, dando crédito de por qué con esta singular ópera iniciaría la carrera sólo ascendente de su genial autor.

Por: Mario Saavedra

a la memoria de Rafael Solana, en su treinta aniversario luctuoso

Después de la muerte de su primera esposa y sus dos hijos, y del fracaso de su segunda ópera Un giorno di regno, la composición de Nabucco (1842) representó para Giuseppe Verdi (Le Roncole, 1813-Milán, 1901) una auténtica tabla de salvación en el terreno emocional y su definitiva consagración como el compositor por antonomasia del Risorgimento. La leyenda en torno a la escritura de su célebre tercera ópera tiene tras de sí la resuelta insistencia del empresario Bartolomeo Merelli y la revelación para el músico de su impostergable composición tras el descubrimiento fortuito de las líneas del inmortal “Va, pensiero, sull’ali dorate…” que exacerbaron su identidad nacional y su conciencia política.

Puesta ahora en el Teatro Real de Madrid donde se estrenó escasos once años después de su montaje inaugural en La Scala, el reconocido director verdiano Nicola Luisotti se ha despedido como titular musical de este emblemático espacio con un trabajo impecable. Los cantantes de primer nivel convocados para tan especial ocasión también han cubierto las expectativas, empezando por la soprano italiana de gran cartel Anna Pirossi, que sin grandes aspavientos acometió este papel como una verdadera dramática d’agilità; así el recitativo “Ben, io t’invenni…” seguido del aria “Anch’io dischiuso un giorno” y la cabaletta “Salgo già del trono aurato”, del segundo acto, su pasaje de mayor lucimiento y el más difícil de la obra. En ese nivel se mostró el barítono también italiano Luca Salsi, quien se sabe igual ha interpretado con similar fortuna el Macbeth verdiano con el cual mucho se le relaciona a esta ópera ––Nabucco es el primero de los grandes barítonos verdianos, y la misma Lady Macbeth tendrá también mucho de Abigaille––, por su desarrollo sicológico, por sus naturalezas dramática y vocal; así llegó a su estelar “Dio di Giuda…” de la última cuarta parte. El bajo ruso Dmitry Belosselkiy confirmó por qué los países eslavos han sido la mejor escuela para esta tesitura, destacado desde su famosa cavatina del acto Io con que reconforta a los israelitas, “Sperate o figli…”

Completaron la nómina vocal, todos a la altura de la ocasión, el tenor estadounidense de ascendencia italiana Michael Fabiano y la mezzoprano valenciana Silvia Tro Santafé, y en papeles más pequeños, el bajo surcoreano Simon Lim, el orgullosamente tenor mexicano Fabián Lara y la soprano andaluza Maribel Ortega. El Coro del Teatro Real, bajo la dirección siempre acuciosa del Mtro. Andrés Máspero que lo puso a tope para sobresalir en una obra donde es otro de los personajes protagonistas, mereció con creces una efusiva y prolongada ovación solicitando un imprescindible bis que igual terminó con un bello pianissimo como sello oportuno de la casa.

Si bien una aquí poco imaginativa y más bien errática puesta del experimentado teatrista alemán de ascendencia húngara Andreas Homoki fue algo así como el prieto en el arroz, supeditando los otros rubros de la producción a su fallida propuesta, esta tan esperada reposición en el Teatro Real de Madrid del Nabucco, de Giuseppe Verdi, se nos quedará en la memoria por lo extraordinariamente bien interpretada, dando crédito de por qué con esta singular ópera iniciaría la carrera sólo ascendente de su genial autor.