/ martes 16 de julio de 2019

¡Ya párenle!

Observo ese llamado “desarrollo” en el tema de la industria constructora, y lo califico de un exceso, una alarmante y exagerada invasión a los espacios naturales.

Lo veo como un monstruo de tentáculos irresponsables que lejos de un cerebro consciente destruye y obstruye lo que va encontrando a su paso, en un correr enfocado fervientemente al negocio.

Puede haber exceso de oferta en vivienda, en locales comerciales, en todo tipo de construcciones ¡Pero hay que seguirle y seguirle! ¡Construir, vender, comprar! Un movimiento que va extendiendo su circunferencia sin una responsabilidad ambiental.

Por otro lado hay muchos edificios, locales comerciales y casas en total abandono, construcciones que estando en la mancha urbana deberían ser aprovechados, pero que por alguna razón ya no figuran en los intereses y ganancias.

El desarrollo de la construcción debe frenar, y lo digo convencida ante el calificativo de demente que se me adjudica cuando lo expreso. Tenemos un mundo espectacular para disfrutar, un planeta que ante la sobrepoblación y la sobreexplotación, pide ayuda desde todos los fenómenos desquiciados de la naturaleza. ¡Nos está hablando el medio natural! ¡Urge que pongamos nuestros sentidos en alerta para recibir el mensaje!

¡México querido, país hermoso y rico! Recorro tus paisajes y mi amor y admiración crece ¡Estás lleno de maravillas!, pero tus playas paradisiacas y demás lugares turísticos están atiborrados de “desarrollo” aun cuando el cielo y el subsuelo ya no pueden brindar más agua para saciar las necesidades de miles de monstruosidades que rascan el cielo, de plazas comerciales que se extienden como una plaga de inversión inmediata.

Todavía no conozco todos los estados de este mi querido país, pero los que están en mi lista de recorridos, me gritan que tenemos que hacer algo para salvar a México. Ya no podemos caminar con anteojeras, viendo limitadamente; la vista periférica invita a conectarnos a esta unidad donde todos nos beneficiamos o afectamos con el estado de la naturaleza.

El monstruo de la construcción es un emporio automatizado, una máquina que desde que se prendió no para. Se le considera una fuente de trabajo muy importante, porque da empleo a muchísimos, pero ya no es sano que se siga edificando fuera de las necesidades, la inmensa oferta se ha desfasado de la demanda, y la poca consideración y cuidado de los recursos naturales están haciendo de las edificaciones esqueletos sin la sustancia que les puede dar vida, el agua, la flora y la fauna.

Cada vez somos más y en la cuestión de poblar el planeta, se requiere que cada cual ocupe un espacio moderado, dando a la naturaleza el lugar que necesita para que sus bondades perduren.

Pido a Dios que ilumine a los constructores y los encamine a encontrar un giro en su negocio, un cambio que dé trabajo y remuneración en la gran tarea de conservar la naturaleza, edificaciones basadas en una verdadera necesidad humana con la inminencia de dejar espacios grandes libres de concreto, una tarea donde la mentalidad de “ganancia” adquiera el gran valor de cuidar lo que nos da vida, salud y alegría.








Observo ese llamado “desarrollo” en el tema de la industria constructora, y lo califico de un exceso, una alarmante y exagerada invasión a los espacios naturales.

Lo veo como un monstruo de tentáculos irresponsables que lejos de un cerebro consciente destruye y obstruye lo que va encontrando a su paso, en un correr enfocado fervientemente al negocio.

Puede haber exceso de oferta en vivienda, en locales comerciales, en todo tipo de construcciones ¡Pero hay que seguirle y seguirle! ¡Construir, vender, comprar! Un movimiento que va extendiendo su circunferencia sin una responsabilidad ambiental.

Por otro lado hay muchos edificios, locales comerciales y casas en total abandono, construcciones que estando en la mancha urbana deberían ser aprovechados, pero que por alguna razón ya no figuran en los intereses y ganancias.

El desarrollo de la construcción debe frenar, y lo digo convencida ante el calificativo de demente que se me adjudica cuando lo expreso. Tenemos un mundo espectacular para disfrutar, un planeta que ante la sobrepoblación y la sobreexplotación, pide ayuda desde todos los fenómenos desquiciados de la naturaleza. ¡Nos está hablando el medio natural! ¡Urge que pongamos nuestros sentidos en alerta para recibir el mensaje!

¡México querido, país hermoso y rico! Recorro tus paisajes y mi amor y admiración crece ¡Estás lleno de maravillas!, pero tus playas paradisiacas y demás lugares turísticos están atiborrados de “desarrollo” aun cuando el cielo y el subsuelo ya no pueden brindar más agua para saciar las necesidades de miles de monstruosidades que rascan el cielo, de plazas comerciales que se extienden como una plaga de inversión inmediata.

Todavía no conozco todos los estados de este mi querido país, pero los que están en mi lista de recorridos, me gritan que tenemos que hacer algo para salvar a México. Ya no podemos caminar con anteojeras, viendo limitadamente; la vista periférica invita a conectarnos a esta unidad donde todos nos beneficiamos o afectamos con el estado de la naturaleza.

El monstruo de la construcción es un emporio automatizado, una máquina que desde que se prendió no para. Se le considera una fuente de trabajo muy importante, porque da empleo a muchísimos, pero ya no es sano que se siga edificando fuera de las necesidades, la inmensa oferta se ha desfasado de la demanda, y la poca consideración y cuidado de los recursos naturales están haciendo de las edificaciones esqueletos sin la sustancia que les puede dar vida, el agua, la flora y la fauna.

Cada vez somos más y en la cuestión de poblar el planeta, se requiere que cada cual ocupe un espacio moderado, dando a la naturaleza el lugar que necesita para que sus bondades perduren.

Pido a Dios que ilumine a los constructores y los encamine a encontrar un giro en su negocio, un cambio que dé trabajo y remuneración en la gran tarea de conservar la naturaleza, edificaciones basadas en una verdadera necesidad humana con la inminencia de dejar espacios grandes libres de concreto, una tarea donde la mentalidad de “ganancia” adquiera el gran valor de cuidar lo que nos da vida, salud y alegría.