/ lunes 21 de junio de 2021

Aguas con los pluris

Por: Amín Anchondo

Una idea más o menos arraigada ha sido que los pluris no sirven para nada y que sólo los usan los partidos chicos para poder sobrevivir y vivir del erario. Esta idea tiene pleno sustento por la fama que se han ganado últimamente casos muy específicos, que se ven tanto a nivel federal como local. No me dejarán mentir, pero hay casos tan cínicos como el de la familia Aguilar que controla al Partido del Trabajo aquí en Chihuahua y que ha metido diputados plurinominales y regidurías de representación proporcional en los últimos 20 años, el problema es que sólo eran miembros de la familia Aguilar y siempre veíamos a don Rubén Aguilar en la bancada del Congreso una sí y una no, esto solamente porque no había reelección. Este año por primera vez no tendrán diputación plurinominal en el Congreso, pero sí les alcanzó para una regiduría en la capital del estado para una miembro de la misma familia. Gracias a estos monopolios políticos, se ganó la mala fama de los plurinominales.

Sin embargo, debemos tener cuidado al criticar la figura y apoyar la desaparición total de ésta porque podríamos estar en la puerta de un congreso monopartidista y eso nos llevaría otra vez a un sistema de partido hegemónico.

La figura data de los años 60, cuando se creó el sistema de representación proporcional con la finalidad de que las minorías que no estaban de acuerdo con el partido hegemónico, tuvieran una voz que los representara en el Congreso aun y cuando no les alcanzara la mayoría para ocupar un curul. Esto es sumamente importante para poder equilibrar y dar contrapesos al poder que básicamente es la esencia de una democracia y sobre todo de un congreso donde se haga valer la voz de la población por medio de sus representantes y no se convierta en una oficina de trámites del gobernante en turno.

Si entendemos lo anterior, nos daremos cuenta que la crisis está mal enfocada porque no estaríamos en contra de la figura del plurinominal sino de las personas que han ocupado esos espacios y no han representado realmente a las personas. Si se representa únicamente a una familia o a un grupo de interés, entonces se genera una indignación social que se puede traducir en algo peor para el país.

El contexto actual que tenemos en México hace que se apoye la iniciativa de eliminar los plurinominales para generar un “ahorro” al país al no pagar esas nóminas, dietas y prerrogativas a tantas personas. Pero ese “ahorro” también significa perder representación de minorías y crear poco a poco al nuevo partido hegemónico.

No hay mejor ejemplo que la conformación de la próxima legislatura de la Cámara de Diputados, donde gracias a las figuras plurinominales se está logrando equilibrar la balanza para que Morena tenga una oposición más amplia que pueda frenar cambios constitucionales al por mayor. Por eso titulé así esta columna, porque tenemos que estar muy pendientes de que no nos salga más caro el caldo que las albóndigas, al traducir nuestro enojo en una “solución” que nos salga contraproducente en el mediano plazo.

La lucha por la representación de las minorías costó mucho trabajo a la política del país, olvidar esas luchas es como olvidar las luchas panistas por la democracia que vivimos fuertemente aquí en Chihuahua, en el verano caliente.

Por: Amín Anchondo

Una idea más o menos arraigada ha sido que los pluris no sirven para nada y que sólo los usan los partidos chicos para poder sobrevivir y vivir del erario. Esta idea tiene pleno sustento por la fama que se han ganado últimamente casos muy específicos, que se ven tanto a nivel federal como local. No me dejarán mentir, pero hay casos tan cínicos como el de la familia Aguilar que controla al Partido del Trabajo aquí en Chihuahua y que ha metido diputados plurinominales y regidurías de representación proporcional en los últimos 20 años, el problema es que sólo eran miembros de la familia Aguilar y siempre veíamos a don Rubén Aguilar en la bancada del Congreso una sí y una no, esto solamente porque no había reelección. Este año por primera vez no tendrán diputación plurinominal en el Congreso, pero sí les alcanzó para una regiduría en la capital del estado para una miembro de la misma familia. Gracias a estos monopolios políticos, se ganó la mala fama de los plurinominales.

Sin embargo, debemos tener cuidado al criticar la figura y apoyar la desaparición total de ésta porque podríamos estar en la puerta de un congreso monopartidista y eso nos llevaría otra vez a un sistema de partido hegemónico.

La figura data de los años 60, cuando se creó el sistema de representación proporcional con la finalidad de que las minorías que no estaban de acuerdo con el partido hegemónico, tuvieran una voz que los representara en el Congreso aun y cuando no les alcanzara la mayoría para ocupar un curul. Esto es sumamente importante para poder equilibrar y dar contrapesos al poder que básicamente es la esencia de una democracia y sobre todo de un congreso donde se haga valer la voz de la población por medio de sus representantes y no se convierta en una oficina de trámites del gobernante en turno.

Si entendemos lo anterior, nos daremos cuenta que la crisis está mal enfocada porque no estaríamos en contra de la figura del plurinominal sino de las personas que han ocupado esos espacios y no han representado realmente a las personas. Si se representa únicamente a una familia o a un grupo de interés, entonces se genera una indignación social que se puede traducir en algo peor para el país.

El contexto actual que tenemos en México hace que se apoye la iniciativa de eliminar los plurinominales para generar un “ahorro” al país al no pagar esas nóminas, dietas y prerrogativas a tantas personas. Pero ese “ahorro” también significa perder representación de minorías y crear poco a poco al nuevo partido hegemónico.

No hay mejor ejemplo que la conformación de la próxima legislatura de la Cámara de Diputados, donde gracias a las figuras plurinominales se está logrando equilibrar la balanza para que Morena tenga una oposición más amplia que pueda frenar cambios constitucionales al por mayor. Por eso titulé así esta columna, porque tenemos que estar muy pendientes de que no nos salga más caro el caldo que las albóndigas, al traducir nuestro enojo en una “solución” que nos salga contraproducente en el mediano plazo.

La lucha por la representación de las minorías costó mucho trabajo a la política del país, olvidar esas luchas es como olvidar las luchas panistas por la democracia que vivimos fuertemente aquí en Chihuahua, en el verano caliente.