/ martes 22 de octubre de 2019

Cambio de horario

Una vez más, desde 1996, se acerca el cambio de horario en nuestro país. Y una vez más los comentarios y las quejas entre el pueblo no se hacen esperar.

El origen en México para tal medida se dio con la idea de evitar el desfase en horas con Estados Unidos dos veces al año, ya que se afectaban las operaciones financieras y los vuelos internacionales. Además se dio para –en dicho de las autoridades- regular el ahorro de energía eléctrica y aprovechar mejor las horas de sol.

Para distintas personas y grupos sociales ese cambio se ha dejado sentir de distintos modos. Para unos, en un enfoque económico y de productividad, el hecho puede ser plausible; para otros la cosa no es tan simple y cuestionan el ahorro energético, sobre todo porque no se refleja en sus recibos de energía eléctrica; para otros más el asunto les resulta, si no indiferente, sí adaptable sin problemas mayores.

La mayoría, sin embargo, hace hincapié en el aspecto biológico y de salud que se provoca en su adaptación durante un cierto tiempo, lo cual invita e incita a tomar medidas precautorias. Algunos hablan de que genera estrés, cansancio –sobre todo el cambio al de verano-, fatiga, mal humor.

Para quienes desde la segunda mitad del pasado siglo vivimos los cambios de las estaciones climáticas, el horario existente en Chihuahua era el adecuado para nuestro entorno. El mantener el horario sin cambio nos permitía tener un paso estacionario suave y sin brincos abruptos. En verano –sabíamos y lo vivíamos- la luz del día se terminaba tarde y en invierno el amanecer era más tardío. Quienes habitábamos estas tierras detectábamos el paso del tiempo sin problemas y gozábamos de las cuatro estaciones sin protestas, siguiendo el ritmo de la naturaleza.

Las razones expuestas arriba para el cambio horario pueden ser válidas, pero para mucha gente del pueblo resultan poco comprensibles y algunos dudan de su eficacia.

Al arribo a la Presidencia de la República del actual mandatario, voces se han levantado para que ese cambio de horario no se dé y se vuelva al que teníamos antes de 1996. Quizá exista o no razón en quienes así lo piden.

Hoy que se habla de consultas, plebiscitos y referéndum sobre diferentes asuntos, y del pueblo sabio, bueno sería realizar una consulta popular sobre el cambio de horario, y acatar los resultados independientemente de las presiones, si las hay. ¿Lo ven?

Una vez más, desde 1996, se acerca el cambio de horario en nuestro país. Y una vez más los comentarios y las quejas entre el pueblo no se hacen esperar.

El origen en México para tal medida se dio con la idea de evitar el desfase en horas con Estados Unidos dos veces al año, ya que se afectaban las operaciones financieras y los vuelos internacionales. Además se dio para –en dicho de las autoridades- regular el ahorro de energía eléctrica y aprovechar mejor las horas de sol.

Para distintas personas y grupos sociales ese cambio se ha dejado sentir de distintos modos. Para unos, en un enfoque económico y de productividad, el hecho puede ser plausible; para otros la cosa no es tan simple y cuestionan el ahorro energético, sobre todo porque no se refleja en sus recibos de energía eléctrica; para otros más el asunto les resulta, si no indiferente, sí adaptable sin problemas mayores.

La mayoría, sin embargo, hace hincapié en el aspecto biológico y de salud que se provoca en su adaptación durante un cierto tiempo, lo cual invita e incita a tomar medidas precautorias. Algunos hablan de que genera estrés, cansancio –sobre todo el cambio al de verano-, fatiga, mal humor.

Para quienes desde la segunda mitad del pasado siglo vivimos los cambios de las estaciones climáticas, el horario existente en Chihuahua era el adecuado para nuestro entorno. El mantener el horario sin cambio nos permitía tener un paso estacionario suave y sin brincos abruptos. En verano –sabíamos y lo vivíamos- la luz del día se terminaba tarde y en invierno el amanecer era más tardío. Quienes habitábamos estas tierras detectábamos el paso del tiempo sin problemas y gozábamos de las cuatro estaciones sin protestas, siguiendo el ritmo de la naturaleza.

Las razones expuestas arriba para el cambio horario pueden ser válidas, pero para mucha gente del pueblo resultan poco comprensibles y algunos dudan de su eficacia.

Al arribo a la Presidencia de la República del actual mandatario, voces se han levantado para que ese cambio de horario no se dé y se vuelva al que teníamos antes de 1996. Quizá exista o no razón en quienes así lo piden.

Hoy que se habla de consultas, plebiscitos y referéndum sobre diferentes asuntos, y del pueblo sabio, bueno sería realizar una consulta popular sobre el cambio de horario, y acatar los resultados independientemente de las presiones, si las hay. ¿Lo ven?