/ viernes 10 de noviembre de 2023

Camino Real | “Sanders: un comerciante judío en Chihuahua” III

Es la mañana del miércoles 5 de junio de 1940, y el sol apenas empieza aparecer en la San Jacinto Plaza, en el centro del Paso, Texas. Es verano y el sofocante calor de la región no ha dado tregua a los paseños, quienes han estado toda la noche en vela. Del Hotel Cortez —un impresionante edificio con detalles coloniales y diseñado por el arquitecto Henry Trost en 1926— sale un hombre mayor y un poco regordete; viste un pantalón gris, una camisa blanca de manga corta y un corbatín de color café: es Eduardo Sanders, quien ahora tiene 69 años.

Afuera, en el 310 de la calle Mesa, le espera su chofer en un elegante automóvil Chevrolet, modelo Master de Luxe, de 1939. El conductor le pregunta si irán a la oficina de la Juarez Mercantile Co. —que se ubica en el cruce de la calle León y la calle Segunda— pero la respuesta es un rotundo “No, vamos directo a Juárez”. El impecable bólido de llantas en contraste blanco gira en la avenida Mills, luego se integra en la calle Stanton hasta llegar al cruce internacional que desemboca en la avenida Lerdo. Una vez del lado mexicano, la unidad dobla sobre la avenida Felipe Ángeles para integrarse a la calle Ferrocarril, avanza hasta la Plaza de Toros y da vuelta en la calle Abraham González, ahí detiene su marcha.

De inmediato, el comerciante de origen judío ingresa a las instalaciones de la Juárez Mercantil S.A., un edificio de dos pisos y dos sótanos. “Maquinaria John Deere” se anuncia en la esquina. Ahí, el empresario apenas aguarda unos minutos para firmar los cheques y revisar los ingresos del día anterior. Al salir, alcanza a ver que ya han abierto las puertas de “Casa de Oppenheim de Juárez S.A.”, otro negocio de judíos.

Esta vez se dirigen con urgencia a la Fábrica de Aceite de Algodón. El elegante carro avanza hacia el sur por la calle Abraham González hasta doblar en la avenida 16 de septiembre, avanzan unos metros y ya están sobre el monumento a Juárez, ahí giran a la derecha en la calle Constitución, cruzan la avenida Vicente Guerrero, la Hipódromo y en la calle 18 de marzo dan vuelta hacia el oriente, para de inmediato integrarse otra vez hacia el sur sobre la avenida Cervecería.

En la radio suena la voz de Arturo “el sordo” Luján, que identifica a “la XEJ La Voz de la frontera, transmitiendo con 1250 watts desde Ciudad Juárez, Chihuahua, México…” ya casi inicia el programa “Una familia feliz”, en donde Germán Valdés interpreta el papel de Don Paco, “un anciano viudo y pícaro”. Pero eso, a nuestro amigo le tiene sin cuidado, en la tienda le han avisado que un grave problema ha ocurrido con el ganado de crianza, que tiene justo a espaldas de la aceitera.

Al llegar, la cara de su asistente lo dice todo: ha ocurrido una tragedia. Noventa cabezas de ganado “calidad de exportación” se han salido del establo durante la noche, con el insoportable calor el cuidador se ha quedado dormido. Ahora las reces yacen muertas en el canal de irrigación que está junto a las vías del tren. Para valorar la dimensión de lo ocurrido, Sanders sube al segundo piso del edificio principal, desde ahí observa a lo lejos la casa redonda, a un costado la Whyskera y —en medio de la acequia— unos cuantos novillos que aún intentan mantener el hocico fuera del agua, mientras parecen verlo de frente…como pidiendo auxilio.


Breve historia de Eduardo Sanders (1870-1946): de acuerdo con el rotativo “El Continental” la carne fue donada a la ciudadanía juarense, que por primera vez consumía carne de engorda de “animales bien criados”. La Juárez Mercantil S.A. y la Fábrica de Aceite de Algodón fueron dos empresas fundadas en 1913 por el reconocido empresario, junto a su cuñado Ed Wisbrun. De la primera hoy solo quedan las ruinas, que operan como estacionamiento y que son celosamente custodiadas por un parquero de origen haitiano. Continuará…


Es la mañana del miércoles 5 de junio de 1940, y el sol apenas empieza aparecer en la San Jacinto Plaza, en el centro del Paso, Texas. Es verano y el sofocante calor de la región no ha dado tregua a los paseños, quienes han estado toda la noche en vela. Del Hotel Cortez —un impresionante edificio con detalles coloniales y diseñado por el arquitecto Henry Trost en 1926— sale un hombre mayor y un poco regordete; viste un pantalón gris, una camisa blanca de manga corta y un corbatín de color café: es Eduardo Sanders, quien ahora tiene 69 años.

Afuera, en el 310 de la calle Mesa, le espera su chofer en un elegante automóvil Chevrolet, modelo Master de Luxe, de 1939. El conductor le pregunta si irán a la oficina de la Juarez Mercantile Co. —que se ubica en el cruce de la calle León y la calle Segunda— pero la respuesta es un rotundo “No, vamos directo a Juárez”. El impecable bólido de llantas en contraste blanco gira en la avenida Mills, luego se integra en la calle Stanton hasta llegar al cruce internacional que desemboca en la avenida Lerdo. Una vez del lado mexicano, la unidad dobla sobre la avenida Felipe Ángeles para integrarse a la calle Ferrocarril, avanza hasta la Plaza de Toros y da vuelta en la calle Abraham González, ahí detiene su marcha.

De inmediato, el comerciante de origen judío ingresa a las instalaciones de la Juárez Mercantil S.A., un edificio de dos pisos y dos sótanos. “Maquinaria John Deere” se anuncia en la esquina. Ahí, el empresario apenas aguarda unos minutos para firmar los cheques y revisar los ingresos del día anterior. Al salir, alcanza a ver que ya han abierto las puertas de “Casa de Oppenheim de Juárez S.A.”, otro negocio de judíos.

Esta vez se dirigen con urgencia a la Fábrica de Aceite de Algodón. El elegante carro avanza hacia el sur por la calle Abraham González hasta doblar en la avenida 16 de septiembre, avanzan unos metros y ya están sobre el monumento a Juárez, ahí giran a la derecha en la calle Constitución, cruzan la avenida Vicente Guerrero, la Hipódromo y en la calle 18 de marzo dan vuelta hacia el oriente, para de inmediato integrarse otra vez hacia el sur sobre la avenida Cervecería.

En la radio suena la voz de Arturo “el sordo” Luján, que identifica a “la XEJ La Voz de la frontera, transmitiendo con 1250 watts desde Ciudad Juárez, Chihuahua, México…” ya casi inicia el programa “Una familia feliz”, en donde Germán Valdés interpreta el papel de Don Paco, “un anciano viudo y pícaro”. Pero eso, a nuestro amigo le tiene sin cuidado, en la tienda le han avisado que un grave problema ha ocurrido con el ganado de crianza, que tiene justo a espaldas de la aceitera.

Al llegar, la cara de su asistente lo dice todo: ha ocurrido una tragedia. Noventa cabezas de ganado “calidad de exportación” se han salido del establo durante la noche, con el insoportable calor el cuidador se ha quedado dormido. Ahora las reces yacen muertas en el canal de irrigación que está junto a las vías del tren. Para valorar la dimensión de lo ocurrido, Sanders sube al segundo piso del edificio principal, desde ahí observa a lo lejos la casa redonda, a un costado la Whyskera y —en medio de la acequia— unos cuantos novillos que aún intentan mantener el hocico fuera del agua, mientras parecen verlo de frente…como pidiendo auxilio.


Breve historia de Eduardo Sanders (1870-1946): de acuerdo con el rotativo “El Continental” la carne fue donada a la ciudadanía juarense, que por primera vez consumía carne de engorda de “animales bien criados”. La Juárez Mercantil S.A. y la Fábrica de Aceite de Algodón fueron dos empresas fundadas en 1913 por el reconocido empresario, junto a su cuñado Ed Wisbrun. De la primera hoy solo quedan las ruinas, que operan como estacionamiento y que son celosamente custodiadas por un parquero de origen haitiano. Continuará…