/ martes 27 de marzo de 2018

Colores y fe

La oposición a que un partido político utilizara los colores nacionales surgió desde hace décadas. Hubo iniciativas por parte de los contrarios a ese partido para que ello no sucediera. Una y otra vez, a pesar de argumentaciones sólidas que denotaban discriminación e incongruencia, el asunto no prosperó. Poco a poco, quizá por cansancio en la insistencia, las cosas quedaron no tanto en el olvido sino en un paro prolongado.

Hoy resulta que al término de un anuncio publicitario –cosas de la vida- el tal partido pide a los ciudadanos que no olviden que es él quien ostenta esos tres colores y en ellos se basa para su realizar su trabajo a favor de la nación. Las razones usadas en el pasado siguen siendo válidas, mas parece que poca importancia merecen tanto de opositores como de autoridades. Quizá dichas razones puedan volver a colocarse en la palestra.

Si en campañas pasadas el color turquesa cobró cierta notoriedad, hoy lo hace el anaranjado. Cada quien puede hacer su lucha, sólo que el uso de infantes en una promoción política, aunque a veces se ha dado, denota falta de respeto a personas –por no decir personitas- que aún no están capacitadas para comprender del todo el apoyo que con sus cantos y participación prestan apoyo a una causa partidaria. Tal vez sea bueno acotar dicha participación.

Bien, fuera de lo anterior y ya que estamos en Semana Santa es bueno meditar sobre la trascendencia las acciones de Cristo en su paso por nuestro mundo.

Como expone atinadamente un presbítero: “Cristo nos fue dado por Dios para que mediante su muerte y resurrección, nos justificara, cargando sobre sí nuestros pecados, y haciendo que Dios ya no nos acusara de nada (Jn 1,29; Rm 3,25; Co 1,13-14; 1 Jn 2,2)”.

Ese sacrificio de Cristo comporta el que Dios, por su justicia, nos hace pasar del estado de pecadores al de justos o santos, no tratándonos según nuestros pecados sino según su amor misericordioso. Y eso se hace realidad por nuestra fe en Jesucristo y nuestras buenas obras movidas por esa fe. ¿Lo ven?

La oposición a que un partido político utilizara los colores nacionales surgió desde hace décadas. Hubo iniciativas por parte de los contrarios a ese partido para que ello no sucediera. Una y otra vez, a pesar de argumentaciones sólidas que denotaban discriminación e incongruencia, el asunto no prosperó. Poco a poco, quizá por cansancio en la insistencia, las cosas quedaron no tanto en el olvido sino en un paro prolongado.

Hoy resulta que al término de un anuncio publicitario –cosas de la vida- el tal partido pide a los ciudadanos que no olviden que es él quien ostenta esos tres colores y en ellos se basa para su realizar su trabajo a favor de la nación. Las razones usadas en el pasado siguen siendo válidas, mas parece que poca importancia merecen tanto de opositores como de autoridades. Quizá dichas razones puedan volver a colocarse en la palestra.

Si en campañas pasadas el color turquesa cobró cierta notoriedad, hoy lo hace el anaranjado. Cada quien puede hacer su lucha, sólo que el uso de infantes en una promoción política, aunque a veces se ha dado, denota falta de respeto a personas –por no decir personitas- que aún no están capacitadas para comprender del todo el apoyo que con sus cantos y participación prestan apoyo a una causa partidaria. Tal vez sea bueno acotar dicha participación.

Bien, fuera de lo anterior y ya que estamos en Semana Santa es bueno meditar sobre la trascendencia las acciones de Cristo en su paso por nuestro mundo.

Como expone atinadamente un presbítero: “Cristo nos fue dado por Dios para que mediante su muerte y resurrección, nos justificara, cargando sobre sí nuestros pecados, y haciendo que Dios ya no nos acusara de nada (Jn 1,29; Rm 3,25; Co 1,13-14; 1 Jn 2,2)”.

Ese sacrificio de Cristo comporta el que Dios, por su justicia, nos hace pasar del estado de pecadores al de justos o santos, no tratándonos según nuestros pecados sino según su amor misericordioso. Y eso se hace realidad por nuestra fe en Jesucristo y nuestras buenas obras movidas por esa fe. ¿Lo ven?