/ martes 26 de diciembre de 2017

Compás de espera

Acaba de pasar la Navidad y muchos se preparan –nos preparamos- para el fin de un año más. Para algunos estos días fueron de ajetreo, para otros de cierta tristeza, otros más los vivieron en un entorno familiar donde no faltaron los buenos deseos, y otros los celebraron con profunda alegría por saberse hijos de un mismo Padre gracias al Hijo de Dios hecho hombre.

Entre Navidad y Año Nuevo se abre un compás de espera donde el ambiente navideño invita aún a la reflexión sobre el qué y el cómo de nuestra vida. Son días en que el tiempo parece detenerse, en que el pasado se deja un tanto de lado y algunos miran al futuro con cierto optimismo, aunque no tanto como lo expresa un precandidato presidencial con una sonrisa de oreja a oreja. Son días, para no pocos, de asentar cabeza, de hacer un alto en el camino para voltear a ver lo logrado de sus proyectos y las fallas personales por las cuales algunas de esas proyecciones no se alcanzaron, y también de mirar hacia adelante para, con base en el presente, otear lo que vendrá.

Para algunos la cuesta de enero se mira como una boca negra que quiere tragarse todo, o como un abismo profundo que se abre a sus pies, personas que no encuentran un empleo o uno digno que llene sus expectativas u otras que sufren abandono, desilusión, infidelidades, pobreza, enfermedades incurables o progresivas, depresión, asesinatos de sus seres queridos o ruptura con personas que aparentemente daban todo por ellas.

Otros verán en el nuevo año oportunidades para crecer como personas o para que sus negocios florezcan, y desde luego pondrán todo el empeño del mundo para hacerlo realidad. Algunos más se darán cuenta del mayor cuidado que deben poner en sus asuntos personales, familiares, de amistad o laborales para que el año que viene no los agarre desprevenidos y puedan mejorar las condiciones del actual. En fin, cada uno podrá hablar de la feria según le vaya en ella.

Este periodo quizá nos sirva para meditar sobre un año que en el plano político será crucial para nuestra patria. Los partidos y las alianzas han secuestrado al país, la búsqueda del poder parece –y conste que decimos parece- adueñarse de partidos y personas que buscan las candidaturas por encima del servicio a los mexicanos, y eso desde los presidenciables hasta los que tratan de entrar al juego en puestos legislativos o de elección en gubernaturas o ayuntamientos. A veces no se distinguen las propuestas entre unos y otros partidos, lo específico de cada uno –o candidatos independientes- parece diluirse. Todos, o la mayoría, hablan contra la corrupción, la impunidad, las inseguridad o la falta de empleo, pero su combate se queda en generalidades al no aterrizar en proyectos concretos. Urge se vayan delineando los perfiles de quienes pretenden gobernar y que sus propuestas sean claras y cuantificables, sobre todo que no pretendan llegar a los puestos a base de descalificaciones o acusaciones contra los contrarios, a veces sin sustento. De otro modo se corre el peligro de que la ciudadanía les dé la espalda, no acuda a las urnas o las protestas masivas no se hagan esperar. ¿Lo ven?

 

   

Acaba de pasar la Navidad y muchos se preparan –nos preparamos- para el fin de un año más. Para algunos estos días fueron de ajetreo, para otros de cierta tristeza, otros más los vivieron en un entorno familiar donde no faltaron los buenos deseos, y otros los celebraron con profunda alegría por saberse hijos de un mismo Padre gracias al Hijo de Dios hecho hombre.

Entre Navidad y Año Nuevo se abre un compás de espera donde el ambiente navideño invita aún a la reflexión sobre el qué y el cómo de nuestra vida. Son días en que el tiempo parece detenerse, en que el pasado se deja un tanto de lado y algunos miran al futuro con cierto optimismo, aunque no tanto como lo expresa un precandidato presidencial con una sonrisa de oreja a oreja. Son días, para no pocos, de asentar cabeza, de hacer un alto en el camino para voltear a ver lo logrado de sus proyectos y las fallas personales por las cuales algunas de esas proyecciones no se alcanzaron, y también de mirar hacia adelante para, con base en el presente, otear lo que vendrá.

Para algunos la cuesta de enero se mira como una boca negra que quiere tragarse todo, o como un abismo profundo que se abre a sus pies, personas que no encuentran un empleo o uno digno que llene sus expectativas u otras que sufren abandono, desilusión, infidelidades, pobreza, enfermedades incurables o progresivas, depresión, asesinatos de sus seres queridos o ruptura con personas que aparentemente daban todo por ellas.

Otros verán en el nuevo año oportunidades para crecer como personas o para que sus negocios florezcan, y desde luego pondrán todo el empeño del mundo para hacerlo realidad. Algunos más se darán cuenta del mayor cuidado que deben poner en sus asuntos personales, familiares, de amistad o laborales para que el año que viene no los agarre desprevenidos y puedan mejorar las condiciones del actual. En fin, cada uno podrá hablar de la feria según le vaya en ella.

Este periodo quizá nos sirva para meditar sobre un año que en el plano político será crucial para nuestra patria. Los partidos y las alianzas han secuestrado al país, la búsqueda del poder parece –y conste que decimos parece- adueñarse de partidos y personas que buscan las candidaturas por encima del servicio a los mexicanos, y eso desde los presidenciables hasta los que tratan de entrar al juego en puestos legislativos o de elección en gubernaturas o ayuntamientos. A veces no se distinguen las propuestas entre unos y otros partidos, lo específico de cada uno –o candidatos independientes- parece diluirse. Todos, o la mayoría, hablan contra la corrupción, la impunidad, las inseguridad o la falta de empleo, pero su combate se queda en generalidades al no aterrizar en proyectos concretos. Urge se vayan delineando los perfiles de quienes pretenden gobernar y que sus propuestas sean claras y cuantificables, sobre todo que no pretendan llegar a los puestos a base de descalificaciones o acusaciones contra los contrarios, a veces sin sustento. De otro modo se corre el peligro de que la ciudadanía les dé la espalda, no acuda a las urnas o las protestas masivas no se hagan esperar. ¿Lo ven?