/ viernes 10 de mayo de 2019

Corrupción y sociedad civil

Cuando un funcionario de gobierno se vale de su puesto para obtener algún provecho para sí mismo, para familiares o para amigos, estamos ante un caso de corrupción. Dicha acción degrada moralmente a quien lo ejecuta. Así que ser corrupto es, en primera instancia, ser inmoral.

Pero un acto de corrupción también debe ser penado legalmente, más allá de la sanción de orden moral que se supone debiera pesar en la conciencia de quien participa en él, y ello se debe sobre todo a que se comete un abuso en contra de los intereses de una colectividad, con recursos de la misma, sea una malversación de fondos o tráfico de influencias.

En México, donde la corrupción se volvió un hábito entre la clase gobernante al grado de convertirse en práctica cotidiana, el cinismo terminó siendo una “virtud” en la función pública, como si se tratase de un rasgo deseable, de un elemento definitorio de la misión de gobernar. Esto nos indica la gravedad del problema.

Ser corrupto significa desviarse del deber como funcionario público. Asumir una la función pública obliga a cumplir normas que implican el respeto a los intereses de la comunidad, intereses por los cuales se justifica el Estado. Una función dentro del Estado es una función de honor, principalmente.

La organización Transparencia Internacional, que se plantea a sí misma el desafío de “mantener el tema de la corrupción como un tema prioritario en la conciencia global”*, confía en el papel de la sociedad civil en las democracias para combatir eficazmente la corrupción en todos los niveles.

El movimiento internacional de anticorrupción a través de la participación ciudadana es una opción para enfrentar la situación tan lamentable a la cual nos hemos acostumbrado. Este camino requiere un compromiso con los valores democráticos.

La sociedad civil debe promover la honorabilidad en la función pública y exigir la sanción justa cuando no hay esa honorabilidad. Hay una responsabilidad ciudadana en el fenómeno de la corrupción. Muchas reformas gubernamentales pueden surgir con participación decidida de los ciudadanos.

*https://www.tm.org.mx/transparencia-internacional/


Cuando un funcionario de gobierno se vale de su puesto para obtener algún provecho para sí mismo, para familiares o para amigos, estamos ante un caso de corrupción. Dicha acción degrada moralmente a quien lo ejecuta. Así que ser corrupto es, en primera instancia, ser inmoral.

Pero un acto de corrupción también debe ser penado legalmente, más allá de la sanción de orden moral que se supone debiera pesar en la conciencia de quien participa en él, y ello se debe sobre todo a que se comete un abuso en contra de los intereses de una colectividad, con recursos de la misma, sea una malversación de fondos o tráfico de influencias.

En México, donde la corrupción se volvió un hábito entre la clase gobernante al grado de convertirse en práctica cotidiana, el cinismo terminó siendo una “virtud” en la función pública, como si se tratase de un rasgo deseable, de un elemento definitorio de la misión de gobernar. Esto nos indica la gravedad del problema.

Ser corrupto significa desviarse del deber como funcionario público. Asumir una la función pública obliga a cumplir normas que implican el respeto a los intereses de la comunidad, intereses por los cuales se justifica el Estado. Una función dentro del Estado es una función de honor, principalmente.

La organización Transparencia Internacional, que se plantea a sí misma el desafío de “mantener el tema de la corrupción como un tema prioritario en la conciencia global”*, confía en el papel de la sociedad civil en las democracias para combatir eficazmente la corrupción en todos los niveles.

El movimiento internacional de anticorrupción a través de la participación ciudadana es una opción para enfrentar la situación tan lamentable a la cual nos hemos acostumbrado. Este camino requiere un compromiso con los valores democráticos.

La sociedad civil debe promover la honorabilidad en la función pública y exigir la sanción justa cuando no hay esa honorabilidad. Hay una responsabilidad ciudadana en el fenómeno de la corrupción. Muchas reformas gubernamentales pueden surgir con participación decidida de los ciudadanos.

*https://www.tm.org.mx/transparencia-internacional/