/ martes 13 de febrero de 2018

De la vida humana

Se anuncia la próxima canonización del beato Pablo VI, Giovanni Battista Montini. Algo que ya se esperaba. El anuncio se efectúa a casi 50 años de la publicación de la encíclica Humanae vitae que marcó al entonces sucesor de Pedro en una época en que la llamada revolución sexual se movía a grandes pasos.

Ese 1968 fue escenario de acontecimientos que marcaron la historia como las protestas del Mayo francés, el asesinato de Martin Luther King, las Olimpiadas en México o el movimiento estudiantil que derivó en la matanza de Tlatelolco.    

El beato Pablo VI es conocido por llevar a término Concilio Vaticano II iniciado por su predecesor San Juan XXIII. Durante su pontificado enfrentó diversas situaciones motivadas por la relación Iglesia-mundo, un mundo en que la violencia, las guerras, las ideologías, la desesperanza, los avances científicos y tecnológicos, y el modo de ver la sexualidad humana permeaban el ambiente.

La encíclica Humanae vitae (De la vida humana), dirigida a todos los católicos y a los hombres de buena voluntad causó revuelo en su momento y tuvo, aun dentro de la misma Iglesia, los recelos de algunos. Sin embargo, a medio siglo de distancia, la defensa que el documento hace de la vida y familia, seguido luego por otros documentos pontificios o eclesiales, tiene auténtica validez.

La revolución sexual, iniciada a mediados del siglo XX, tiene influencia aún en nuestros días, y ha llevado a gran parte de la humanidad por caminos en que el auténtico amor humano y la sexualidad se han degradado. La voz de Pablo VI fue controvertida, pero resultó profética. Al separar la unión de hombre y mujer de la procreación se ha llegado también a separar el amor del sexo, un sexo sin amor y sin responsabilidad. Hoy, la ideología de género, directa o indirectamente, bebe de aquellas fuentes.

En nuestro entorno nos encontramos con hijos no deseados, abandonos del amor conyugal, divorcios al alza, embarazos prematuros, relaciones sexuales esporádicas sin compromiso, pero que sí dejan huella, familias desintegradas, abortos y violencia intrafamiliar, entre muchas otras cosas que agravan el ambiente social.

A más de uno, creyente o no, le convendría leer la citada encíclica y seguir sus normas. Muchas situaciones se evitarían y las familias y las sociedades serían mejores. ¿Lo ven?