De acuerdo a Carl Sagan, nuestro cerebro ha evolucionado aumentando en complejidad y contenido informativo a través de millones de años. Su estructura refleja todas las etapas por las que ha pasado. El cerebro evolucionó de dentro hacia afuera. En el exterior, viviendo una especie de inquieta tregua con los otros cerebros más primitivos del interior, se encuentra la corteza cerebral desarrollada hace millones de años en antepasados que fueron primates. Arte y ciencia viven aquí. La corteza regula nuestras vidas y conciencias, es la sede de nuestra humanidad.

Nuestros pensamientos, visiones y fantasías tienen una realidad física tangible. El mundo del pensamiento está dividido, aproximadamente, en dos hemisferios. El hemisferio derecho de la corteza cerebral es responsable, principalmente, del reconocimiento de patrones de intuición, sensibilidad, penetración creativa, y el hemisferio izquierdo preside el pensamiento racional, analítico y crítico; son los medios para generar ideas, como para probar su validez, en un continuo diálogo canalizado a través del cuerpo calloso, puente entre la creatividad y el análisis.

Ambos hemisferios pueden ser caracterizados por don Quijote de la Mancha (Alonso Quijano, como algunos gustan recordar) y Sancho Panza, su complemento filosófico. Uno, generador de ideas y el otro, caracterizando el pensamiento crítico. El primero puede personificar el idealismo extremo del nazismo, socialismo o comunismo, y el segundo, al pesimismo objetivo excesivo del ciudadano estoico. El régimen de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el de sus seguidores encarnan aquellas ideas que se calzan con mucha dificultad a la realidad, causando pobreza.

AMLO es como el hemisferio derecho que usa el izquierdo sólo para justificar superficialmente las utopías que no tienen la fuerza suficiente para enfrentar con éxito todas las energías sociales y económicas que lo desmienten y que morirán felices como don Quijote, aunque en la vida real no deje más fuertes, libres y ricos a quienes prometió bienestar, sino al contrario, un futuro sin certeza, con instituciones aniquiladas en el próximo régimen.

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