/ jueves 31 de mayo de 2018

El apoyo a un partido

Existen personas con una preparación extraordinaria y de éxito reconocido. Sin duda, son profesionales que son expertos en su campo y que fueron llamados para servir en la contienda electoral. Con seguridad, el incrementar su prestigio social y no su patrimonio es el principal atractivo para ellos. Pero así como la historia ha probado que los eruditos no están exentos de equivocarse, ciertamente, participar en un partido donde el candidato sea arbitrario, y termine por incrementar la deuda pública, la inflación y los impuestos, no será un acierto.


No hay que dejarse llevar por el prestigio mundano de los que participan en un partido. La ideología, muchas veces, es más poderosa que las mejores intenciones, y que sabemos, es usada para quedarse con la mayor parte de los recursos que se busca compartir. Y lo que es compartido para subir los sueldos de la gente, reduciendo el de los funcionarios públicos, es ejemplo de un proceso encubierto controlado, no por la economía según las leyes conocidas por muchos, sino por decretos aplicados por los pocos que disponen de esos recursos.


El margen del engaño es amplio, las reglas conocidas y controladas por pocos, son muchas, y las personas honestas, con preparación académica y prestigio moral son sólo un instrumento usado para los fines de los partidos que manejarán nuestros recursos. Si la experiencia nos muestra que un mayor poder para el gobierno incrementa la corrupción, ¿cómo podemos confiar en que el poder confiado a una persona que promete distribuir la riqueza no será usado para cometer arbitrariedades, si no por él, por sus colaboradores?


No. Es preferible quitarle poder al gobierno, a los individuos, y otorgarlo a la iniciativa privada, a las sociedades civiles, a los municipios, a los representantes de colonias. Nadie desde los cuarteles generales puede decidir con eficiencia y rapidez lo que hay que hacer en el frente de batalla, y si la distancia entre el diputado y el ciudadano común es tan grande, mayor será entre el presidente de la república y el resultado de las acciones que pretende lograr. Conferir beneficios a grupos resentidos es sólo una respuesta incidental al problema más importante.


No creemos que lo que se proponga logre un mayor desarrollo a largo plazo si depende de un caudillo, en vez de las instituciones y políticas económicas transparentes. Tal vez, no debiéramos conformarnos con cosas pequeñas que parecen justas en alguien que pretende ser el presidente legítimo de nuestro país. Y esa misma actitud debería caber en la persona que pretende aportar sus habilidades en apoyo de un candidato así. Pero si la intención es vivir de los recursos públicos y enriquecerse, pues no será descuido ni ignorancia, sino pura malicia.


Ciertamente, no hay partido, ni candidato, ni colaboradores que sean perfectos, porque en política, a veces se sobrevive más de la calumnia que en otras profesiones, pero una doctrina que defienda menos de los abusos y que construya muy poco el desarrollo a largo plazo, pues nunca será mejor opción que los demás partidos. Otro peligro más. Un candidato que prometa corregir las injusticias sociales necesariamente se asociará con unos pocos magnates favorecidos, lo que dejará la puerta abierta a los monopolios.

agusperezr@hotmail.com


Existen personas con una preparación extraordinaria y de éxito reconocido. Sin duda, son profesionales que son expertos en su campo y que fueron llamados para servir en la contienda electoral. Con seguridad, el incrementar su prestigio social y no su patrimonio es el principal atractivo para ellos. Pero así como la historia ha probado que los eruditos no están exentos de equivocarse, ciertamente, participar en un partido donde el candidato sea arbitrario, y termine por incrementar la deuda pública, la inflación y los impuestos, no será un acierto.


No hay que dejarse llevar por el prestigio mundano de los que participan en un partido. La ideología, muchas veces, es más poderosa que las mejores intenciones, y que sabemos, es usada para quedarse con la mayor parte de los recursos que se busca compartir. Y lo que es compartido para subir los sueldos de la gente, reduciendo el de los funcionarios públicos, es ejemplo de un proceso encubierto controlado, no por la economía según las leyes conocidas por muchos, sino por decretos aplicados por los pocos que disponen de esos recursos.


El margen del engaño es amplio, las reglas conocidas y controladas por pocos, son muchas, y las personas honestas, con preparación académica y prestigio moral son sólo un instrumento usado para los fines de los partidos que manejarán nuestros recursos. Si la experiencia nos muestra que un mayor poder para el gobierno incrementa la corrupción, ¿cómo podemos confiar en que el poder confiado a una persona que promete distribuir la riqueza no será usado para cometer arbitrariedades, si no por él, por sus colaboradores?


No. Es preferible quitarle poder al gobierno, a los individuos, y otorgarlo a la iniciativa privada, a las sociedades civiles, a los municipios, a los representantes de colonias. Nadie desde los cuarteles generales puede decidir con eficiencia y rapidez lo que hay que hacer en el frente de batalla, y si la distancia entre el diputado y el ciudadano común es tan grande, mayor será entre el presidente de la república y el resultado de las acciones que pretende lograr. Conferir beneficios a grupos resentidos es sólo una respuesta incidental al problema más importante.


No creemos que lo que se proponga logre un mayor desarrollo a largo plazo si depende de un caudillo, en vez de las instituciones y políticas económicas transparentes. Tal vez, no debiéramos conformarnos con cosas pequeñas que parecen justas en alguien que pretende ser el presidente legítimo de nuestro país. Y esa misma actitud debería caber en la persona que pretende aportar sus habilidades en apoyo de un candidato así. Pero si la intención es vivir de los recursos públicos y enriquecerse, pues no será descuido ni ignorancia, sino pura malicia.


Ciertamente, no hay partido, ni candidato, ni colaboradores que sean perfectos, porque en política, a veces se sobrevive más de la calumnia que en otras profesiones, pero una doctrina que defienda menos de los abusos y que construya muy poco el desarrollo a largo plazo, pues nunca será mejor opción que los demás partidos. Otro peligro más. Un candidato que prometa corregir las injusticias sociales necesariamente se asociará con unos pocos magnates favorecidos, lo que dejará la puerta abierta a los monopolios.

agusperezr@hotmail.com