/ miércoles 10 de abril de 2019

En mi casa mando yo

Conocido es el chiste de aquel que afirma: “¡En mi casa mando yo!”, mas luego agrega: “Lo que diga mi mujer…”. Mal o buen chiste, el caso es que hay una autoridad cuya voluntad no se pone en entredicho y, queriéndolo o no, es la que impone las reglas.

Así parece suceder en nuestro país con las peticiones o líneas de acción expuestas por el presidente.

Desde hace tiempo existen voces –y son muchas- que abogan para que los puestos públicos los ocupen las personas mejor preparadas para los mismos, gente con experiencia y conocimiento. Y ciertamente se ha avanzado en el intento tanto a nivel federal, estatal o municipal. Los headhunters o “cazatalentos” del foxiato quedaron en el olvido. Sin embargo en no pocos casos quienes están al frente de determinados cargos no llenan el perfil requerido, o su área de trabajo previo o de conocimientos son ajenos a ese cargo; o bien, hay quien llega a un departamento, dirección o secretaría por amiguismo o compadrazgo con sus superiores.

A veces los enroques en determinados puestos resultan inadecuados, y quienes brincan como chapulines de un cargo a otro llegan a ellos no por conocimientos o afán de servicio, sino por motivos políticos.

A veces también se ven licenciados al frente de hospitales y médicos en puestos administrativos, o economistas en obras públicas; y no faltan quienes arriban a esas dirigencias por “cuotas” partidarias.

Al presentar a las personas que ocuparán puestos en el gabinete de un gobierno existen muchas con un currículum muy bueno, otros con sobrada experiencia o algunos cuyo perfil bien puede acomodarse al cargo nombrado. Al tiempo se ve si realmente son los adecuados a tales responsabilidades, lo que provoca cambios que pueden o no dar buenos resultados.

El actual gabinete ejecutivo a nivel federal se conforma por personas con buenos antecedentes dentro de sus áreas de trabajo con alguna u otra excepción, y en los meses que lleva el gobierno han tenido altas y bajas. El problema que se ha vislumbrado es que a pesar de su experiencia y conocimientos en las distintas materias, tanto los miembros del gabinete como otros funcionarios han seguido a pie juntillas –quizá con alguna excepción- las normas o señalamientos de quien está al frente del Poder Ejecutivo.

Y el Ejecutivo, casi contra viento y marea, ha tratado de imponer su voluntad –y en casos lo ha logrado- a pesar de oposiciones y protestas de gente que conoce las condiciones de los asuntos que se han tratado.

La voluntad presidencial parece ser la norma a seguir, y pocos le hacen sombra. ¿Lo ven?



Conocido es el chiste de aquel que afirma: “¡En mi casa mando yo!”, mas luego agrega: “Lo que diga mi mujer…”. Mal o buen chiste, el caso es que hay una autoridad cuya voluntad no se pone en entredicho y, queriéndolo o no, es la que impone las reglas.

Así parece suceder en nuestro país con las peticiones o líneas de acción expuestas por el presidente.

Desde hace tiempo existen voces –y son muchas- que abogan para que los puestos públicos los ocupen las personas mejor preparadas para los mismos, gente con experiencia y conocimiento. Y ciertamente se ha avanzado en el intento tanto a nivel federal, estatal o municipal. Los headhunters o “cazatalentos” del foxiato quedaron en el olvido. Sin embargo en no pocos casos quienes están al frente de determinados cargos no llenan el perfil requerido, o su área de trabajo previo o de conocimientos son ajenos a ese cargo; o bien, hay quien llega a un departamento, dirección o secretaría por amiguismo o compadrazgo con sus superiores.

A veces los enroques en determinados puestos resultan inadecuados, y quienes brincan como chapulines de un cargo a otro llegan a ellos no por conocimientos o afán de servicio, sino por motivos políticos.

A veces también se ven licenciados al frente de hospitales y médicos en puestos administrativos, o economistas en obras públicas; y no faltan quienes arriban a esas dirigencias por “cuotas” partidarias.

Al presentar a las personas que ocuparán puestos en el gabinete de un gobierno existen muchas con un currículum muy bueno, otros con sobrada experiencia o algunos cuyo perfil bien puede acomodarse al cargo nombrado. Al tiempo se ve si realmente son los adecuados a tales responsabilidades, lo que provoca cambios que pueden o no dar buenos resultados.

El actual gabinete ejecutivo a nivel federal se conforma por personas con buenos antecedentes dentro de sus áreas de trabajo con alguna u otra excepción, y en los meses que lleva el gobierno han tenido altas y bajas. El problema que se ha vislumbrado es que a pesar de su experiencia y conocimientos en las distintas materias, tanto los miembros del gabinete como otros funcionarios han seguido a pie juntillas –quizá con alguna excepción- las normas o señalamientos de quien está al frente del Poder Ejecutivo.

Y el Ejecutivo, casi contra viento y marea, ha tratado de imponer su voluntad –y en casos lo ha logrado- a pesar de oposiciones y protestas de gente que conoce las condiciones de los asuntos que se han tratado.

La voluntad presidencial parece ser la norma a seguir, y pocos le hacen sombra. ¿Lo ven?