/ martes 17 de octubre de 2023

Hechos y criterios | La muerte es puntual

Se acerca el Día de los fieles difuntos o de los muertos. Los preparativos no se hacen esperar por algunos grupos u organismos. Y es que la muerte para los mexicanos asume caracteres especiales que para otros pueblos resultan desconcertantes o sorprendentes.

En canciones, poesías, películas, novelas, escritos, “calaveras”, ferias, reuniones, altares, comidas para los difuntos, celebraciones, banquetes, disfraces, flores y otras expresiones populares o culturales, el sentido de la muerte adquiere significados festivos, apasionados o tibios, indiferentes o temerosos, reparadora o amable.

El hecho es que, fuera de esas celebraciones o rituales tradicionales, son pocas personas que ya desde esta vida se preparan para ese momento inexorable. Hay quienes a lo largo de su existencia no piensan en que algún día, próximo o lejano, los alcanzará lo inevitable. Otros toman el asunto con cierta lejanía o desinterés. Algunos más, como dice una canción, dicen no temer a la muerte sino más a la vida, o “si me han de matar mañana, que me maten de una vez”, o expresan que la muerte o calaca me pela los dientes. Muchos son, sin embargo, quienes temen a ese momento crucial aunque la muerte se presente con mil llamativos colores, y más con la inseguridad que se mantiene; en mucha menor medida le temen aquellos cuya fe en la otra vida subsiste.

No sabemos el día ni la hora en que, como se afirma, daremos cuentas al Creador; ni tampoco de qué nos vamos a morir, como aquello de “si me matan o me muero de algo”, “quiero morirme en tus brazos” o me den “mi último adiós con mil balas”.

Prepararse para ese paso implacable no implica el dejar nuestras responsabilidades de lado por estar discurriendo sobre la muerte, sí, el ver serenamente qué cosas son valiosas e importantes. Es dejar atrás rencores, rivalidades, deseos de venganza, enemistades, envidias, celos, fanatismos, deseos innobles o impuros, insultos, ambiciones desmedidas, discriminaciones, corrupciones y pecados. Es buscar, por el contrario, encuentros con los otros, solidaridad, amor familiar, amistad sincera, respeto por los demás, participación comunitaria, honestidad, el buen uso de la libertad, ayuda a los necesitados, el acercamiento a Dios. Es el dejar los asuntos pendientes de este mundo en orden: materiales, sentimentales, morales o espirituales, como el hacer testamento, perdonar las ofensas, reconciliarse con quienes hayamos tenido diferencias, devolver lo robado o la fama a alguno, abrir nuestro corazón al Amor.

La muerte, como se afirmaría en la película de 1967 bajo la dirección de Sergio Véjar, es puntual. ¿Lo ven?


Se acerca el Día de los fieles difuntos o de los muertos. Los preparativos no se hacen esperar por algunos grupos u organismos. Y es que la muerte para los mexicanos asume caracteres especiales que para otros pueblos resultan desconcertantes o sorprendentes.

En canciones, poesías, películas, novelas, escritos, “calaveras”, ferias, reuniones, altares, comidas para los difuntos, celebraciones, banquetes, disfraces, flores y otras expresiones populares o culturales, el sentido de la muerte adquiere significados festivos, apasionados o tibios, indiferentes o temerosos, reparadora o amable.

El hecho es que, fuera de esas celebraciones o rituales tradicionales, son pocas personas que ya desde esta vida se preparan para ese momento inexorable. Hay quienes a lo largo de su existencia no piensan en que algún día, próximo o lejano, los alcanzará lo inevitable. Otros toman el asunto con cierta lejanía o desinterés. Algunos más, como dice una canción, dicen no temer a la muerte sino más a la vida, o “si me han de matar mañana, que me maten de una vez”, o expresan que la muerte o calaca me pela los dientes. Muchos son, sin embargo, quienes temen a ese momento crucial aunque la muerte se presente con mil llamativos colores, y más con la inseguridad que se mantiene; en mucha menor medida le temen aquellos cuya fe en la otra vida subsiste.

No sabemos el día ni la hora en que, como se afirma, daremos cuentas al Creador; ni tampoco de qué nos vamos a morir, como aquello de “si me matan o me muero de algo”, “quiero morirme en tus brazos” o me den “mi último adiós con mil balas”.

Prepararse para ese paso implacable no implica el dejar nuestras responsabilidades de lado por estar discurriendo sobre la muerte, sí, el ver serenamente qué cosas son valiosas e importantes. Es dejar atrás rencores, rivalidades, deseos de venganza, enemistades, envidias, celos, fanatismos, deseos innobles o impuros, insultos, ambiciones desmedidas, discriminaciones, corrupciones y pecados. Es buscar, por el contrario, encuentros con los otros, solidaridad, amor familiar, amistad sincera, respeto por los demás, participación comunitaria, honestidad, el buen uso de la libertad, ayuda a los necesitados, el acercamiento a Dios. Es el dejar los asuntos pendientes de este mundo en orden: materiales, sentimentales, morales o espirituales, como el hacer testamento, perdonar las ofensas, reconciliarse con quienes hayamos tenido diferencias, devolver lo robado o la fama a alguno, abrir nuestro corazón al Amor.

La muerte, como se afirmaría en la película de 1967 bajo la dirección de Sergio Véjar, es puntual. ¿Lo ven?