/ sábado 16 de marzo de 2019

La honradez de las mujeres de la Tarahumara

Entre entelequias te veas

Consideradas por sus hombres como seres huecos, puesto que son capaces de llenar su vientre con nueva vida, las indígenas de la Sierra Tarahumara se han convertido en el sustento principal y seguro de sus etnias, porque sus hombres, a pesar de ser muy fuertes y trabajadores, dejan en el alcohol la mayoría de sus ingresos.

Pertenecen a diferentes etnias, como la rarámuri, la tepehuana, la guarojía o la pima, y son consideraras el sexo fuerte porque los hombres son menos estables, van y vienen de pueblo en pueblo, caminan por toda la sierra para encontrar la razón de su existencia, o tal vez, el desahogo de su espíritu. Pero, ellas no pueden darse este lujo en ese mundo salvaje, no caminan en libertad por las veredas de la Tarahumara porque de encontrarse con un hombre a mitad del bosque, sin algún pariente masculino que la defienda y sin importar mucho la edad, serán víctimas de violación; un acto que su sociedad no considera inmoral.

En las comunidades más alejadas la práctica de casarlas siendo muy jóvenes con hombres mayores, a cambio de algún beneficio para su padre, es usual. Y como para ellos la fuerza física de una mujer, y su habilidad para soportar el dolor es considerada razón de belleza es poco común que se quejen de estas prácticas. El hombre tarahumara suele ser cruel con su mujer y a la vez ella perpetúa esta violencia desquitándose con los hijos, convirtiéndose esto en una cadena interminable de amor y odio en las relaciones familiares.

Pero, se preguntará, usted, amable lector, lectora, qué las hace honradas y diferentes a nosotras las mestizas: dos cosas muy importantes: el desapego a las cosas materiales, porque saben que la tierra no es de ellas, sino que ellas son de la tierra; por supuesto que este criterio se altera después de vivir algunos años en la ciudad, pero la mayoría lo conserva, pues son orgullosas y no quieren ser señaladas como ladronas. La segunda razón es que vieron en su comunidad y desde pequeñas la práctica del “desmande” o sea el castigo que consiste en un redondel de personas donde la o el culpable pasa y es apaleado por buena parte de la comunidad.

El desapego y la vergüenza curan a la niña de la Sierra Tarahumara de la más grande y virulenta enfermedad de nosotras, las mexicanas mestizas: tomar lo ajeno.

Ojalá y nuestro nuevo gobierno se interesara en educar en la honradez a las nuevas generaciones, y que aprovecharan esta virtud con la que educan a sus hijos las mujeres de las etnias de la sierra, ya que es una práctica probada y con resultados.


Entre entelequias te veas

Consideradas por sus hombres como seres huecos, puesto que son capaces de llenar su vientre con nueva vida, las indígenas de la Sierra Tarahumara se han convertido en el sustento principal y seguro de sus etnias, porque sus hombres, a pesar de ser muy fuertes y trabajadores, dejan en el alcohol la mayoría de sus ingresos.

Pertenecen a diferentes etnias, como la rarámuri, la tepehuana, la guarojía o la pima, y son consideraras el sexo fuerte porque los hombres son menos estables, van y vienen de pueblo en pueblo, caminan por toda la sierra para encontrar la razón de su existencia, o tal vez, el desahogo de su espíritu. Pero, ellas no pueden darse este lujo en ese mundo salvaje, no caminan en libertad por las veredas de la Tarahumara porque de encontrarse con un hombre a mitad del bosque, sin algún pariente masculino que la defienda y sin importar mucho la edad, serán víctimas de violación; un acto que su sociedad no considera inmoral.

En las comunidades más alejadas la práctica de casarlas siendo muy jóvenes con hombres mayores, a cambio de algún beneficio para su padre, es usual. Y como para ellos la fuerza física de una mujer, y su habilidad para soportar el dolor es considerada razón de belleza es poco común que se quejen de estas prácticas. El hombre tarahumara suele ser cruel con su mujer y a la vez ella perpetúa esta violencia desquitándose con los hijos, convirtiéndose esto en una cadena interminable de amor y odio en las relaciones familiares.

Pero, se preguntará, usted, amable lector, lectora, qué las hace honradas y diferentes a nosotras las mestizas: dos cosas muy importantes: el desapego a las cosas materiales, porque saben que la tierra no es de ellas, sino que ellas son de la tierra; por supuesto que este criterio se altera después de vivir algunos años en la ciudad, pero la mayoría lo conserva, pues son orgullosas y no quieren ser señaladas como ladronas. La segunda razón es que vieron en su comunidad y desde pequeñas la práctica del “desmande” o sea el castigo que consiste en un redondel de personas donde la o el culpable pasa y es apaleado por buena parte de la comunidad.

El desapego y la vergüenza curan a la niña de la Sierra Tarahumara de la más grande y virulenta enfermedad de nosotras, las mexicanas mestizas: tomar lo ajeno.

Ojalá y nuestro nuevo gobierno se interesara en educar en la honradez a las nuevas generaciones, y que aprovecharan esta virtud con la que educan a sus hijos las mujeres de las etnias de la sierra, ya que es una práctica probada y con resultados.