/ viernes 15 de febrero de 2019

Los altruistas siempre ganan

Dicen que no es altruista quien ayuda a cambio de algo. El altruismo tiene su esencia en el desinterés. Se es altruista porque la ayuda que hay en ello vale en sí misma, es decir, se hace el bien por el bien y nada más.

La academia define al altruismo como “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. Esto significa que la persona altruista puede incluso salir perdiendo en el ejercicio de su voluntad bondadosa.

Quien sea benevolente será altruista, porque busca, más allá de su propio bien, el bien de otros sin perseguir gratificación alguna.

El investigador Ángel M. Faerna, de la Universidad de Castilla, ha expuesto que la acción altruista es “un tipo especial de conducta que cae fuera de las previsiones de las teorías egoístas”. Para este estudioso no cabe la menor duda de que nos encontramos ante una virtud.

Quizás vemos que el beneficio se carga únicamente hacia la parte pasiva de la relación altruista, es decir hacia quien recibe la ayuda. Incluso podemos interpretar como un sacrificio esa conducta. Sin embargo no es necesariamente así.

Con la generosidad de unos se obtiene una ganancia de todos, siempre. Aunque no lo busque, el sujeto altruista también alcanza a recibir un beneficio con su acción, por desinteresada que sea.

Aunque no espere nada a cambio, el altruista se convierte en beneficiario de su conducta, lo cual es inevitable. Desde una satisfacción (que se goza en lo más profundo del ser) ante el bien que se hace, hasta un reconocimiento o gesto de gratitud, siempre hay un retorno del bien que se aporta.

La generosidad altruista no queda sin recompensa; ésta ocurre, de una u otra forma, aunque no se busque. El altruista es parte de un sistema social y en éste va a encontrar los efectos de su conducta.

El bienestar generado por personas altruistas se les devuelve, si bien nos fijamos, en la cohesión social donde conviven con quienes reciben la ayuda y en la autoestima moral que les impulsa a seguir con su misión.

Los altruistas siempre ganan; ganan, por ejemplo, honor, respeto, gratitud, dicha, correspondencia. Siempre hay algo de vuelta para el generoso, siempre.

Dicen que no es altruista quien ayuda a cambio de algo. El altruismo tiene su esencia en el desinterés. Se es altruista porque la ayuda que hay en ello vale en sí misma, es decir, se hace el bien por el bien y nada más.

La academia define al altruismo como “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. Esto significa que la persona altruista puede incluso salir perdiendo en el ejercicio de su voluntad bondadosa.

Quien sea benevolente será altruista, porque busca, más allá de su propio bien, el bien de otros sin perseguir gratificación alguna.

El investigador Ángel M. Faerna, de la Universidad de Castilla, ha expuesto que la acción altruista es “un tipo especial de conducta que cae fuera de las previsiones de las teorías egoístas”. Para este estudioso no cabe la menor duda de que nos encontramos ante una virtud.

Quizás vemos que el beneficio se carga únicamente hacia la parte pasiva de la relación altruista, es decir hacia quien recibe la ayuda. Incluso podemos interpretar como un sacrificio esa conducta. Sin embargo no es necesariamente así.

Con la generosidad de unos se obtiene una ganancia de todos, siempre. Aunque no lo busque, el sujeto altruista también alcanza a recibir un beneficio con su acción, por desinteresada que sea.

Aunque no espere nada a cambio, el altruista se convierte en beneficiario de su conducta, lo cual es inevitable. Desde una satisfacción (que se goza en lo más profundo del ser) ante el bien que se hace, hasta un reconocimiento o gesto de gratitud, siempre hay un retorno del bien que se aporta.

La generosidad altruista no queda sin recompensa; ésta ocurre, de una u otra forma, aunque no se busque. El altruista es parte de un sistema social y en éste va a encontrar los efectos de su conducta.

El bienestar generado por personas altruistas se les devuelve, si bien nos fijamos, en la cohesión social donde conviven con quienes reciben la ayuda y en la autoestima moral que les impulsa a seguir con su misión.

Los altruistas siempre ganan; ganan, por ejemplo, honor, respeto, gratitud, dicha, correspondencia. Siempre hay algo de vuelta para el generoso, siempre.