/ sábado 15 de febrero de 2020

¿Matrimonios tempranos o pederastia y trata en la Tarahumara?

La migración de las mujeres indígenas de la Sierra Tarahumara, a las ciudades del estado de Chihuahua, comenzó hace menos de veinte años, gracias a que las profesionistas citadinas las necesitan para que limpien sus casas. La mayoría de las rarámuris son muy bien pagadas y ganan más dinero que sus parejas, pero prefieren vivir solas y hacerse cargo de sus hijos que lidiar una relación casi siempre difícil por cuestión del machismo y la violencia.

La visión romántica del varón indígena de la Sierra Tarahumara que vive en libertad, le baila al sol para tener una buena cosecha y defiende los bosques, queda muy mal parada ahora que estas mujeres están contando sus historias: la mayoría son violadas antes de los 15 años por esos hombres de su comunidad. Y lo que es peor, tanto los violadores, las víctimas y sus gobiernos locales, desconocen que, en todo el mundo, menos ahí, este es un delito que se castiga con cárcel.

Más espantable es, todavía, que sean intercambiadas por bienes, como sucedió el año pasado en la comunidad de Rojochike, en Guachochi, donde un maestro intervino ante el padre para evitar que la niña fuera entregada a un adulto, pero no lo logró, incluso me contó, de primera mano, que al cuestionar a la niña si estaba de acuerdo, ella solo le contestó: “él dice”. Y entonces la adolescente fue “casada” con un adulto a cambio de un bien económico para el padre, ¿acaso no es eso pederastia, trata y prostitución?

Mientras en el Congreso se debaten leyes sin ton ni son, nadie defiende a estas criaturas que son muchas y que tienen en su contra las leyes y derechos de los pueblos indígenas o “Usos y Costumbres de los Pueblos Indígenas”, con las cuales se respeta el gobierno y la vida de las etnias, que les permite gobernarse con sus leyes, pero también usar celular, vestirse y drogarse como mestizos, comer panqué bimbo, tomar mucha coca cola, ir a la universidad, curarse con medicinas (no con hierbas), pero no castiga con cárcel un delito tan horrendo como es la violación.

En estos pueblos indígenas de la Tarahumara la violación es, supuestamente, castigada, pero no con cárcel, sino resarciendo el daño con un pago económico, cosa que a todos los machos los pone contentos, pero que es un acto, totalmente, misógino pues no creo que haya mujer agredida que se sienta reconfortada con esta solución. En nuestro mundo pagar después de tal acto se le llama simple y llanamente prostitución.

Entreviste directamente a algunas víctimas, se dio un fenómeno extraño: las menores no quieren hablar del evento, prefieren tratar de olvidar y huir, y son las adultas, las que hace muchos años les sucedió, las que ya no tienen vergüenza contarlo, quienes me han confesado que urge que en las comunidades se den cuenta que esto es castigable con cárcel: “qué se sepa, qué se castigue como aquí en la ciudad, le echan a uno a perder la vida” me cuenta una de ellas.

Primero que ser indígenas son mujeres y, como ya le digo, lector, lectora, los Usos y Costumbres de los Pueblos Indígenas se han vuelto un buen pretexto para no hacer nada. Ojalá y las congresistas de hoy tomaran este caso en sus manos y que se debatiera y se resolviera a favor, cosa que nos daría la sensación de que cuando menos si estamos avanzando en la civilidad.

www.silviagonzalez.com.mx


Namaste.




La migración de las mujeres indígenas de la Sierra Tarahumara, a las ciudades del estado de Chihuahua, comenzó hace menos de veinte años, gracias a que las profesionistas citadinas las necesitan para que limpien sus casas. La mayoría de las rarámuris son muy bien pagadas y ganan más dinero que sus parejas, pero prefieren vivir solas y hacerse cargo de sus hijos que lidiar una relación casi siempre difícil por cuestión del machismo y la violencia.

La visión romántica del varón indígena de la Sierra Tarahumara que vive en libertad, le baila al sol para tener una buena cosecha y defiende los bosques, queda muy mal parada ahora que estas mujeres están contando sus historias: la mayoría son violadas antes de los 15 años por esos hombres de su comunidad. Y lo que es peor, tanto los violadores, las víctimas y sus gobiernos locales, desconocen que, en todo el mundo, menos ahí, este es un delito que se castiga con cárcel.

Más espantable es, todavía, que sean intercambiadas por bienes, como sucedió el año pasado en la comunidad de Rojochike, en Guachochi, donde un maestro intervino ante el padre para evitar que la niña fuera entregada a un adulto, pero no lo logró, incluso me contó, de primera mano, que al cuestionar a la niña si estaba de acuerdo, ella solo le contestó: “él dice”. Y entonces la adolescente fue “casada” con un adulto a cambio de un bien económico para el padre, ¿acaso no es eso pederastia, trata y prostitución?

Mientras en el Congreso se debaten leyes sin ton ni son, nadie defiende a estas criaturas que son muchas y que tienen en su contra las leyes y derechos de los pueblos indígenas o “Usos y Costumbres de los Pueblos Indígenas”, con las cuales se respeta el gobierno y la vida de las etnias, que les permite gobernarse con sus leyes, pero también usar celular, vestirse y drogarse como mestizos, comer panqué bimbo, tomar mucha coca cola, ir a la universidad, curarse con medicinas (no con hierbas), pero no castiga con cárcel un delito tan horrendo como es la violación.

En estos pueblos indígenas de la Tarahumara la violación es, supuestamente, castigada, pero no con cárcel, sino resarciendo el daño con un pago económico, cosa que a todos los machos los pone contentos, pero que es un acto, totalmente, misógino pues no creo que haya mujer agredida que se sienta reconfortada con esta solución. En nuestro mundo pagar después de tal acto se le llama simple y llanamente prostitución.

Entreviste directamente a algunas víctimas, se dio un fenómeno extraño: las menores no quieren hablar del evento, prefieren tratar de olvidar y huir, y son las adultas, las que hace muchos años les sucedió, las que ya no tienen vergüenza contarlo, quienes me han confesado que urge que en las comunidades se den cuenta que esto es castigable con cárcel: “qué se sepa, qué se castigue como aquí en la ciudad, le echan a uno a perder la vida” me cuenta una de ellas.

Primero que ser indígenas son mujeres y, como ya le digo, lector, lectora, los Usos y Costumbres de los Pueblos Indígenas se han vuelto un buen pretexto para no hacer nada. Ojalá y las congresistas de hoy tomaran este caso en sus manos y que se debatiera y se resolviera a favor, cosa que nos daría la sensación de que cuando menos si estamos avanzando en la civilidad.

www.silviagonzalez.com.mx


Namaste.