/ lunes 13 de diciembre de 2021

¿Qué nos mueve?: evitar el sufrimiento

Por: Silvia González

Amable lector, se acerca el fin de año y la mayoría de nosotros solemos medir nuestros avances y retrocesos en diferentes áreas de la vida. El año pasado gané el premio Demac, una asociación de nombre Documentación y Estudios de Mujeres A.C., que motiva a las mujeres a escribir. Mi texto trata de una historia, peculiar para nosotros, pero común para las indígenas de la sierra, donde una rarámuri que ya vive en la ciudad cuenta la violencia sexual en la que viven en sus etnias. Uno de los párrafos más importantes es donde Otilia, que trabaja poniendo uñas postizas, y mientras lima y pinta escucha las pláticas entre las clientas; una de ellas le cuenta a la otra que su hija es médico y se fue de voluntaria a África, con la Cruz Roja, a ayudar a las mujeres que les mutilan el clítoris para que cuando sean adultas no disfruten el sexo, Otilia las interrumpe y les pregunta: “¿Por qué se fue hasta África, si a tres horas, en la Sierra Tarahumara, casan a niñas de doce años con hombres mayores y con ello se aseguran que jamás les guste?”. Y así nos va llevando esta historia entre asombros y descubrimientos de lo que tenemos frente a los ojos, sobre todo, a nosotras, las mujeres, algunas de ellas defensoras del aborto, o de los derechos LGBT, pero que no han sido capaces de ver y defender una causa más cruel y probada como los abusos a las niñas indígenas. Esas niñas que antes que indígenas son infantes y luego las vemos pulular por las calles, cargando un bebé que parece su hermano, pero es su hijo.

Platiqué con una antropóloga la posibilidad de exigir castigo por violación sexual, estupro, trata de blancas y pedofilia, en las etnias de la Tarahumara, y me mareó con sus respuestas de NO tocar sus costumbres ancestrales; cuando le comenté, tímidamente, que igual usaban celular chabochi, cerveza chabochi, gansitos chabochi, estalló en cólera, y me dijo que era una ignorante antropológica. Claro que lo soy, le repliqué, no es mi carrera, pero tengo sentido común, conciencia social e histórica. Ellas están sufriendo, tienen hijos no deseados y en el futuro esos niños serán un problema matarte afuera de tu casa.

Estimado lector, lectora, afortunadamente la diputada Rosana Díaz, oriunda de Cd. Juárez, se mostró muy sensible a mi propuesta sobre estudiar la normatividad indígena y ver qué se puede hacer, a usted también le pido ayuda, si sabe o tiene contactos, porque si hay algo que nos mueve y nos une como humanidad es evitar el sufrimiento en los demás y estas niñas lo están padeciendo.

Namasté

www.silviagonzalez.com.mx


Por: Silvia González

Amable lector, se acerca el fin de año y la mayoría de nosotros solemos medir nuestros avances y retrocesos en diferentes áreas de la vida. El año pasado gané el premio Demac, una asociación de nombre Documentación y Estudios de Mujeres A.C., que motiva a las mujeres a escribir. Mi texto trata de una historia, peculiar para nosotros, pero común para las indígenas de la sierra, donde una rarámuri que ya vive en la ciudad cuenta la violencia sexual en la que viven en sus etnias. Uno de los párrafos más importantes es donde Otilia, que trabaja poniendo uñas postizas, y mientras lima y pinta escucha las pláticas entre las clientas; una de ellas le cuenta a la otra que su hija es médico y se fue de voluntaria a África, con la Cruz Roja, a ayudar a las mujeres que les mutilan el clítoris para que cuando sean adultas no disfruten el sexo, Otilia las interrumpe y les pregunta: “¿Por qué se fue hasta África, si a tres horas, en la Sierra Tarahumara, casan a niñas de doce años con hombres mayores y con ello se aseguran que jamás les guste?”. Y así nos va llevando esta historia entre asombros y descubrimientos de lo que tenemos frente a los ojos, sobre todo, a nosotras, las mujeres, algunas de ellas defensoras del aborto, o de los derechos LGBT, pero que no han sido capaces de ver y defender una causa más cruel y probada como los abusos a las niñas indígenas. Esas niñas que antes que indígenas son infantes y luego las vemos pulular por las calles, cargando un bebé que parece su hermano, pero es su hijo.

Platiqué con una antropóloga la posibilidad de exigir castigo por violación sexual, estupro, trata de blancas y pedofilia, en las etnias de la Tarahumara, y me mareó con sus respuestas de NO tocar sus costumbres ancestrales; cuando le comenté, tímidamente, que igual usaban celular chabochi, cerveza chabochi, gansitos chabochi, estalló en cólera, y me dijo que era una ignorante antropológica. Claro que lo soy, le repliqué, no es mi carrera, pero tengo sentido común, conciencia social e histórica. Ellas están sufriendo, tienen hijos no deseados y en el futuro esos niños serán un problema matarte afuera de tu casa.

Estimado lector, lectora, afortunadamente la diputada Rosana Díaz, oriunda de Cd. Juárez, se mostró muy sensible a mi propuesta sobre estudiar la normatividad indígena y ver qué se puede hacer, a usted también le pido ayuda, si sabe o tiene contactos, porque si hay algo que nos mueve y nos une como humanidad es evitar el sufrimiento en los demás y estas niñas lo están padeciendo.

Namasté

www.silviagonzalez.com.mx