/ martes 31 de julio de 2018

Diferencias salariales

Una de las grandes diferencias que existen entre pocos y muchos mexicanos es el ingreso que unos y otros reciben. Puede ser –es una suposición- que los pocos, muy pocos considerando el tamaño de la población, tengan grandes responsabilidades y trabajen a todo lo que dan, que su preparación en determinados campos y especialmente en el ámbito en que se desempeñan sea excelente.

Y también –otra suposición- que quienes ganan poco, y son muchos más de lo que se piensa, no tengan capacidad para el puesto que ocupan, carezcan de estudios suficientes, no le metan ganas a sus labores o se acostumbren a ese ingreso mínimo.

Pero las suposiciones son eso. La realidad es que la falta de empleos, pagados con un monto justo o cuando menos razonable tomando en cuenta a las personas y su desempeño, es abundante.

Son muchas las grandes empresas cuyas ganancias son millonarias y sin embargo pagan poco a sus empleados de base, y son muchas también las medianas y pequeñas empresas que batallan para elevar el salario de sus trabajadores.

En el sector público las diferencias salariales resultan enormes. El personal de niveles inferiores, en general, tiene bajos ingresos, mientras los funcionarios de nivel medio y superior obtienen entradas suficientes y en algunos casos muy superiores.

Quienes son funcionarios de la iniciativa privada y laboran en determinados puestos o son dueños de determinadas empresas reciben buenos o magníficos salarios u obtienen jugosas ganancias. Quienes ocupan un puesto de elección popular, en empresas descentralizadas manejadas por el gobierno o son funcionarios gubernamentales de alto rango, adquieren mes a mes salarios considerables comparados con el resto de los habitantes de la nación.

Hace ya algunas décadas se insistía en que así como se establecía en ese tiempo un salario mínimo –entonces no era como hoy sólo referencial-, se estableciera un salario máximo. La cosa quedó en veremos. Y las diferencias siguieron aumentando.

Ya desde entonces se ponía énfasis en que los altos salarios de algunos (incluidas compensaciones y prebendas) eran –son- un insulto para muchos. El nuevo presidente electo pretende bajar los salarios de los funcionarios públicos de distintos puestos. Esa medida, que puede ser buena en sí misma, merece un estudio serio y conveniente para no derivar en un populismo que vaya más allá de lo que pretende mejorar. ¿Lo ven?



Una de las grandes diferencias que existen entre pocos y muchos mexicanos es el ingreso que unos y otros reciben. Puede ser –es una suposición- que los pocos, muy pocos considerando el tamaño de la población, tengan grandes responsabilidades y trabajen a todo lo que dan, que su preparación en determinados campos y especialmente en el ámbito en que se desempeñan sea excelente.

Y también –otra suposición- que quienes ganan poco, y son muchos más de lo que se piensa, no tengan capacidad para el puesto que ocupan, carezcan de estudios suficientes, no le metan ganas a sus labores o se acostumbren a ese ingreso mínimo.

Pero las suposiciones son eso. La realidad es que la falta de empleos, pagados con un monto justo o cuando menos razonable tomando en cuenta a las personas y su desempeño, es abundante.

Son muchas las grandes empresas cuyas ganancias son millonarias y sin embargo pagan poco a sus empleados de base, y son muchas también las medianas y pequeñas empresas que batallan para elevar el salario de sus trabajadores.

En el sector público las diferencias salariales resultan enormes. El personal de niveles inferiores, en general, tiene bajos ingresos, mientras los funcionarios de nivel medio y superior obtienen entradas suficientes y en algunos casos muy superiores.

Quienes son funcionarios de la iniciativa privada y laboran en determinados puestos o son dueños de determinadas empresas reciben buenos o magníficos salarios u obtienen jugosas ganancias. Quienes ocupan un puesto de elección popular, en empresas descentralizadas manejadas por el gobierno o son funcionarios gubernamentales de alto rango, adquieren mes a mes salarios considerables comparados con el resto de los habitantes de la nación.

Hace ya algunas décadas se insistía en que así como se establecía en ese tiempo un salario mínimo –entonces no era como hoy sólo referencial-, se estableciera un salario máximo. La cosa quedó en veremos. Y las diferencias siguieron aumentando.

Ya desde entonces se ponía énfasis en que los altos salarios de algunos (incluidas compensaciones y prebendas) eran –son- un insulto para muchos. El nuevo presidente electo pretende bajar los salarios de los funcionarios públicos de distintos puestos. Esa medida, que puede ser buena en sí misma, merece un estudio serio y conveniente para no derivar en un populismo que vaya más allá de lo que pretende mejorar. ¿Lo ven?